www.cubaencuentro.com Miércoles, 18 de mayo de 2005

 
  Parte 1/2
 
El mulo en el abismo
Signos que confuden: Urge un diccionario para aclarar dudas sobre la gestualidad en los funcionarios del régimen.
por JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
 

Cuatrocientos millones de terrícolas hispanohablantes celebramos la salida del nuevo Diccionario panhispánico de dudas, anunciada oficialmente en el III Congreso Internacional de la Lengua. Se ha dicho que su función será regir nuestra conducta ante los puntos conflictivos que hoy caracterizan el uso del idioma. Qué chévere. Otra norma más para entretenernos violándola.

R. Alarcón
Ricardo Alarcón, presidente del Parlamento: ¿qué hay detrás de ese gesto?

Lo ideal hubiera sido que cada uno de nosotros creara su propio sistema para dilucidar dudas. Cuatrocientos millones de diccionarios diferentes para regir la aclaración de nuestros puntos conflictivos a la hora de hablar. Las dudas seguirían sobrepasando el número de panhispánicos de dudas, pero va y así empezamos a entendernos.

Ahora mismo, en Cuba, urge la edición de un diccionario que nos ayude a canalizar las dudas ocasionadas por cada discurso, cada orden, cada comparecencia pública de los representantes del régimen. Este sería un mataburros muy particular, destinado a descifrar no las palabras —que al ser siempre iguales, ya las aprendimos por cansancio—, sino el manoteo, la mueca, los arabescos de aquel dedo que sube, baja, apunta o traza ceros en el aire.

Cuando ellos hablan, no necesitamos escuchar para saber lo que expresan. Nos basta con seguir sus ademanes. Pero como sospechamos que ellos siempre callan mucho más de lo que dicen y como además tenemos la certeza de que la verdad que pueda faltar en sus palabras yace oculta en sus gestos, pues nada nos resultaría tan útil como un diccionario para descifrar las secretos de esa mímica de tranca y barranca.

Suele suceder, por ejemplo, que nos estén dando una muela sobre la importancia que ellos le conceden al escrutinio popular, al tiempo en que aquel dedo se estira y se encoge incesantemente, como si apretara un gatillo. O que hablen del futuro luminoso que nos aguarda, mientras el dedo apunta al cielo. O que golpéen fuerte y con el puño cerrado sobre la mesa en tanto elogian la armónica relación de nuestras masas con sus dirigentes.

Señales que confunden

Últimamente, al emitir orientaciones por la televisión, a la mayoría de los funcionarios del régimen, en especial los que norman la cultura, les ha dado por posar con las manos sobre el pecho, juntando las puntas de los dos dedos índice y pulgar. A primera vista, se diría que configuran una especie de pirámide, la que, según cierta práctica hindú, propicia la circulación de energía positiva a su favor. Pero es que también ese ademán representa un triángulo, y entre nosotros el triángulo simboliza a la mujer, y la mujer es símbolo de madre. Entonces, ¿en la madre de quién están pensando?

Casos hay en los que al pronosticar cómo arderá la barba de su vecino, el orador se toca la suya propia, como con ganas de ponerla en remojo. O en los que al hablar de la salud del pueblo, se le remenea sin control la dentadura postiza. O en los que al condenar la carrera armamentista, notas que se le infla —¿por un suspiro de nostalgia?— la chaqueta antibalas.

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