www.cubaencuentro.com Miércoles, 18 de mayo de 2005

 
  Parte 1/2
 
El que quiera azul, que pinte
A pesar de que la palabra muerte ha sido una palanca para mover los discursos, ¿tienen los cubanos vocación de kamikazes?
por JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
 

Entre las malas consecuencias de una guerra, se registra el hecho (sintomático) de que siempre sobreviven sus instigadores y muy rara vez queda subsanado el conflicto que la provocó. También suele suceder que las más altas cifras de víctimas corran a cuenta de civiles indefensos, que no la comían ni bebían en la refriega.

Alpha 66
Alpha 66, una de las organizaciones exiliadas que defiende la lucha armada.

Son verdades de Perogrullo, pero conviene recordarlas. Porque aunque públicamente no le dediquemos hoy todo el espacio que merece, la perspectiva de cambios violentos en Cuba es un tema que no se aparta de nuestro pensamiento, oscurece nuestra conciencia y colma con frecuencia nuestras conversaciones privadas.

Sin embargo, cada día es mayor el número de quienes apuestan por la posibilidad de que el calvario que sufrimos desde hace casi medio siglo no termine de la peor manera, a las greñas.

Los argumentos varían según la situación personal y las miras de cada cual. De modo que algunos puntos de vista pueden ser discutibles. Pero en todo caso no tan discutibles como los de quienes vislumbran (y hasta parecen desear) violencia segura, basándose en la tesis de que ni los cubanos de aquí ni los del exterior tenemos nada que perder en una confrontación, ya que nada de valor material nos ha dejado el régimen.

Sería algo muy propio de los poderosos, bien en materia política o en cualquier otra materia, creer que sólo a ellos les interesa la paz porque sólo ellos tienen razones para conservarla. Ocurre, en cambio, que son estos generalmente los encargados de perpetrar las guerras, tal vez porque llevan aprendido aquello de que el muerto lo aportamos nosotros, los pobres del montón.

Lo fatal entonces para nuestro caso es que encima de poner el carapacho sobre el asador, sólo por satisfacer el interés ajeno, nos creyéramos esa falacia de que debemos apelar a la violencia, pues al fin y al cabo no perdemos nada. Bueno, nada más que la vida, que es lo único que verdaderamente se llega a poseer en este mundo.

Muchos de los que consideran que será inevitable (deseándolo o no) el desenlace violento, hablan de la inexistencia en el país de una clase media, la cual representa, dicen, garantía de primera línea para la concordia y la búsqueda civilizada de alternativas. Razón podría no faltarles, pero sólo hasta un punto.

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