www.cubaencuentro.com Viernes, 26 de agosto de 2005

 
  Parte 1/3
 
La otra cara de la moneda
Barrio Adentro 'a lo cubano': ¿Qué hacen y cómo sobreviven los médicos de la Isla en Venezuela?
por YAMILA RODRíGUEZ EDUARTE, Caracas
 

En lo único que piensa Carlos Suárez es en llenar la caja de cartón para lavadora que podrá mandar para Trinidad, cuando termine el primer año de la misión. Mientras sube por las retorcidas escaleras del barrio de Petare, en Caracas, repasa las cosas que le quedan por echar en la caja: "los jabones azules de lavar Las Llaves, que sirven hasta para fregar; el aceite Vatel, que no huele bien cuando se calienta, pero resuelve en la cocina". Es una larga lista "que no enseño a nadie, porque me da vergüenza que la gente de aquí sepa que, en Cuba, un médico no puede comprar esas cosas con su salario".

D. Cubana
Doctora cubana en Venezuela.

Petare es un gigantesco barrio caraqueño, enclavado en el municipio Sucre. Hasta donde la vista da, se divisan miles de casas improvisadas que trepan por los cerros, en absoluto desafío a los principios de la arquitectura. Llegar hasta la cima del barrio no es fácil, se necesitan piernas bien entrenadas o pagar un pasaje en las camionetas destartaladas, que suben hasta donde el motor aguante, o caiga la noche. Cuando oscurece, Petare parece habitado por fantasmas. En los barrios, como en casi toda la gran Caracas, la noche es de los "malandros", como le llaman a los delincuentes aquí.

"Nadie en Cuba se imagina lo dura que es la vida en los cerros. Cuando a uno le dicen que va a cumplir misión por dos años en los barrios pobres de Caracas, uno se imagina viviendas humildes, pero no estos ranchos, hechos con cualquier cosa, amontonados unos encima de otros. Aquí no hay calles asfaltadas, sino caminos y escaleras, que cuando llueve se ponen intransitables por el barro que baja de los cerros. No hay servicios sanitarios, ni agua potable. Pero lo peor de todo es la violencia. He cumplido misión en Haití, donde la gente se muere de diarrea, pero nunca había visto morir balaceados a tantos jóvenes, como en este país", comenta Carlos.

Antes que empiece 'la plomazón'

Ver artículo
La Isla de la salud ¿ajena? (MICHEL SUáREZ)

La violencia es un mal endémico en Venezuela, que ha alcanzado rango de epidemia en los últimos años. Esta problemática ha sido analizada de cerca por PROVEA, una organización no gubernamental que desde hace 16 años realiza un exhaustivo inventario anual sobre el estado de los derechos humanos en el país. El último estudio de PROVEA, llevado a cabo entre octubre de 2003 y septiembre de 2004, destaca que "el plan de asistencia básica de salud llamado Barrio Adentro debe convivir con el aumento de la violencia urbana, y la consecuente represión de los cuerpos de seguridad".

Aún sin contabilizar los asesinatos en 2004, las cifras de muertas violentas que recoge PROVEA son alarmantes. En 2003 se produjeron 11.342 homicidios, lo que representa un incremento del 18 por ciento, con respecto a 2002. Sumando víctimas y delincuentes, cada fin de semana de 2003 fueron asesinadas unas 100 personas. Caracas sufre la tasa de homicidios más alta del país, con 134 por cada 100.000 habitantes. En los barrios donde se alojan los médicos cubanos, la tasa llega a 194.

A las seis de la tarde, antes de que empiece "la plomazón", como le dicen aquí a los frecuentes tiroteos en los barrios, Carlos se encierra en el consultorio, hasta la mañana siguiente. "Sólo abro la puerta de noche cuando estoy seguro de que es un enfermo el que está pidiendo auxilio". Teme que le suceda lo mismo que a Luis Rainier Puente Ley, un compañero suyo que en 2003, cuando apenas llevaba 15 días de misión, le dieron un tiro para robarle, en un consultorio de Villa de Cura, en el estado de Aragua.

A Carlos todavía le quedan unos días de trabajo en Petare, antes de irse de vacaciones por un mes. Durante su ausencia lo sustituirá José Luis Martínez, un médico holguinero con quien comparte el "módulo". Así le llaman a la rústica casita de ladrillos, de 50 metros cuadrados, que funciona como consultorio médico y vivienda.

El módulo tiene un área de consulta donde apenas hay espacio para una mesa de madera y tres sillas plásticas. Una sábana blanca usada como cortina oculta, a medias, una camilla. El equipamiento es elemental, un aparato para medir la presión arterial y un nebulizador.

"Algunos consultorios están mejor equipados que el nuestro, depende de la zona donde se encuentren. Aquí trabajamos con muy pocos recursos, pero los médicos cubanos estamos acostumbrados a hacer mucho, con casi nada", dice José Luis.

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