En Liudmila & Nelson hay una clara intención de abordar la historia cubana más reciente, es decir, el período revolucionario. Ellos recrean de manera iconográfica un símbolo de la historia nacional, en este caso, el monumento a José Martí en la Plaza de la Revolución, en La Habana. Además de una referencia formal explícita, sus fotografías en blanco y negro poseen un correlato histórico unificador, que reflexiona sobre el destino de la epopeya revolucionaria. Un proyecto social que ilusionó a varias generaciones que vislumbraron un futuro de igualdad, libertad y justicia social, ahora en decadencia. De ahí ese aire nostálgico de sus obras, en contraste con las de Wilfredo Prieto, inmersas en la sobrevivencia cotidiana de una isla arrasada por la crisis económica.

(Wilfredo Prieto).

Prieto capta sujetos y objetos que ilustran la realidad cubana y poco tienen que ver con las promesas hechas en los espacios de la Plaza durante los años gloriosos de la Revolución. Una naranja dentro de una bandeja vacía simboliza la educación y cultura masivas, postuladas por los enunciados ideológicos de la revolución. En tanto, una joven que conduce un taxi de turismo señala no sólo la realidad social emergente, sino los cambios y las tensiones en los paradigmas éticos y morales, al situarse en el contexto de un modelo todavía socialista. Se obliga a los ciudadanos a una práctica sistemática del cinismo, encarnado en la multiplicidad de patrones que se acoplan según la conveniencia de las circunstancias.

Las obras de Ezequiel Suárez, Inti Hernández y Ernesto Leal, incluidas en Doble seducción, exhiben contenidos singulares por el modo en que construyen las imágenes. Leal estructura una interesante poética que analiza las posibilidades semánticas del lenguaje fotográfico a través del empleo de textos e imágenes. A veces parece dirigirse o ampliarse hacia una mirada exterior y distanciada del sujeto y las cosas; en otras ocasiones se comprime y reduce para crear una ilusión de acercamiento casi microscópico. Su poética es una reflexión sobre las instancias que definen los patrones de comunicación, en el espacio público y el privado.

Por otra parte, Inti Hernández apela a un lenguaje más explícito, más sensorial, que registra la percepción del medio, el sol, la luz, el calor…, en el espacio urbano de La Habana. Mientras que Ezequiel Suárez simula una antología de títulos que hacen referencia a la sintaxis de contenido político-ideológico usada por el poder para adoctrinar a las masas y manipular las conciencias individuales.

Doble seducción se propone un acercamiento a las imágenes marcadas por estos autores, quienes en estos momentos experimentan con la representación del paisaje social cubano, rico en matices, complicado y extremadamente contradictorio en su esencia.