www.cubaencuentro.com Martes, 29 de abril de 2003

 
   
 
Los sobrevivientes
Son diez los peloteros que representan a la Antilla Grande en el mejor béisbol del mundo.
por JORGE EBRO, Miami
 

Son 10. Después de tantos accidentes políticos y geográficos, después de la distancia y la incomunicación, son 10 los cubanos que se desempeñan en las Grandes Ligas del Béisbol de los Estados Unidos para mantener una presencia, ínfima en verdad, de lo que debió ser una verdadera invasión.

Palmeiro

Las Grandes Ligas anunciaron esta semana que su rostro se internacionaliza. Comparado con el 26.1 de jugadores foráneos en los rosters de los 30 equipos en el día inaugural de la campaña anterior, el 27.8 de este año no hace más que confirmar que las organizaciones de la Gran Carpa extienden sus manos cada vez más allá del territorio continental en busca de talento.

Por largo trecho, la República Dominicana lidera a las naciones exportadoras de peloteros con 79, muy por delante de Puerto Rico con 38 y Venezuela con 37. México marcha en cuarto lugar con 17 y, por fin, aparece Cuba con sus 10 representantes. O vale mejor decir, sobrevivientes.

Eso y no otra cosa es lo que son Danys Báez (Cleveland), José Ariel Contreras (Nueva York), Liván y Orlando Hernández (Montreal), Elí Marrero (San Luis), Vladimir Núñez y Michael Tejera (Marlins), Rey Ordóñez (Tampa Bay), Rafael Palmeiro (Texas) y Alex Sánchez (Milwaukee).

Las Grandes Ligas, por supuesto, han eliminado de esta lista a los cubanoamericanos y cubanoboricuas o cualquier otro hijo de cubanos nacido en cualquier parte del mundo, que no son pocos. Para ellos sólo cuentan los llegados de la Isla y no les falta razón, aunque a veces se desee forzar la relación para hacerla parecer más gruesa de lo que es en realidad.

Si se descuenta a Marrero y Palmeiro, quienes entraron a Estados Unidos muy pequeños —al igual que en su tiempo José Canseco—, el resto sí hicieron el grado en las Mayores desde alguna de las clasificaciones oficiales de la pelota nacional de la Isla, ya sea de los equipos grandes o los juveniles.

Si no se produce algún cambio en la política cubana, o al menos en relación con el béisbol, las cosas no mejorarán para el contingente criollo. Y un solo hecho basta para demostrar la difícil realidad. Dominicana cuenta con 1447 jugadores en la cantera de las Ligas Menores, Venezuela con 793. Cuba, sin embargo, con apenas 20.

De seguir las cosas como están, la cifra de cubanos en Ligas Mayores ha de mantenerse estática o muy cercana a los 10, gracias a una que otra deserción o al ascenso de algunos de esos criollitos llegados en las últimas oleadas migratorias.

De cualquier manera, esto no puede compararse con el empuje de unas naciones caribeñas que cuentan con las academias y los buscadores de talento que una vez, hace tiempo, pululaban en la Isla.

Qué diferencia con los años 50, cuando Cuba poseía casi 40 hombres en la mejor pelota del mundo, y República Dominicana y Venezuela uno solo, respectivamente. Ese tiempo quedó atrás, y el parecer no regresará en largo rato.

Es por eso que ante esos 10 hay que quitarse el sombrero. Llegaron sin el idioma, lo dejaron todo atrás —como hoy Contreras lo ha hecho con su familia— y, sin embargo, han logrado imponerse, al punto que la mayoría de ellos son titulares en las Grandes Ligas y, gústele a quien le guste, son tan representantes de Cuba como aquellos que lo hacen en los Juegos Olímpicos.

Mucho se especula sobre cuántos cubanos pudieran jugar de momento en el Gran Circo si La Habana lo permitiera. Tal vez no muchos más, pero lo importante no sería la cifra inicial, sino el movimiento que despertaría entre las nuevas generaciones de peloteros, como hoy sucede en Dominicana, donde los niños acuden por miles a las academias para convertirse en los prospectos del futuro.

Dentro de unos años, estos 10 jugadores pasarán al retiro, pero no pueden pasar al olvido. Habrá que contar que cuando en Cuba muchos veían transcurrir sus mejores momentos en un torneo de ciertas luces —y de muchas manchas—, ellos mantuvieron viva una tradición y sobrevivieron a todo para que la tierra que más ama la pelota tuviera su pequeño espacio allí donde mejor se juega.

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