(Octubre de 2003)
En un banco del parque Víctor Hugo
aparece Eliseo Diego.
Sin mirarme
concentrado en la tarde y en el humo
en las pisadas de las hormigas
de la glorieta.
Se va y vuelve a entrar
porque el banco da vueltas
como un carrousel.
Viene con Bellita y los tres niños.
Me enseña desde lejos
un periódico viejo de Argentina
con un gran titular que anuncia:
"Zamorini debuta hoy en Buenos Aires".
Vuelve solo esta última vez
y el banco pasa lento y deja sobre la hierba
un polvillo errático y dorado.
En este viaje oigo su voz.
Me advierte que el agua es el origen de los reflejos
y los estanques y las fuentes
reproducen la vanidad y el deseo.
Hay que esconder las lágrimas
—me dice—.
que la muerte presume
y se desvive por una superficie
donde verse la cara. |