La Comisión creada por la administración de George Bush para "acelerar la transición democrática en Cuba" se dio a conocer en Estados Unidos, en medio del escándalo desatado en ese país por la publicación de fotos tomadas a prisioneros mientras eran torturados en una cárcel de Irak. Ni siquiera la urgencia de decidir cuestiones vitales para la nación americana —como la permanencia o no del actual secretario de Defensa en su cargo, el anunciado traspaso de poderes en Bagdad en junio, o la escalada de los precios del barril de petróleo— privaron al mandatario de Estados Unidos de intentar mantener los votos de la Florida en la contienda electoral.

Washington: El nuevo informe de la discordia.

Si se tratara solamente de una escaramuza electorera, sin repercusiones para el conjunto de una nación, quizás pudiera pasarse por alto el asunto. Pero se trata de un informe "estratégico" (sic), de casi 500 páginas, con afectaciones para 12 ó 13 millones de ciudadanos de otro país —si se cuentan los emigrados—, a quienes se les señalan pautas a seguir sobre su futuro, donde se pide colaboración a otros gobiernos para lograr sus propósitos y, además, se continúan apretando clavijas erradas —que sólo se sienten los cubanos de a pie— para propiciar la caída del régimen de Fidel Castro.

A pesar de la insistencia de los funcionarios de la administración en hacer ver que se trata de una "ayuda" al pueblo cubano, y de que son los ciudadanos de la Isla quienes deberán decidir su futuro, el informe en este aspecto es contradictorio. La letra del capítulo uno desmiente estos nobles propósitos expresados por los miembros de la Comisión, al decir que se trabaja por la aceleración del fin del castrismo, mientras los capítulos siguientes evidencian esfuerzos por evitar que se aprecie una injerencia abierta de Estados Unidos en la Cuba post Castro.

El informe responde a la decisión unilateral de un mandatario extranjero, quien encargó este ejercicio a sus funcionarios. No precedió a este intento un referendo, entre los cubanos todos, los de la Isla y los del exilio —y dentro de este último, de todos los sectores y países donde se encuentran—, en el que se le pidiera a Bush que apresurara la transición en Cuba. Tampoco respondió a una iniciativa en la que un grupo de países, amparados en organismos multilaterales, ejercen una mediación, tal y como exitosamente ha sucedido en situaciones anteriores en la región latinoamericana, como las acciones diplomáticas del Grupo Contadora y los Acuerdos de Esquipula demostraron en su momento.

Más retórica sabatina

El gobierno de Fidel Castro, como se esperaba, respondió airadamente al informe en una nota oficial preparada de antemano y firmada, de manera inusual, tanto por el "Gobierno Revolucionario" como por el Comité Central del Partido Comunista de Cuba —aunque ni las agencias de noticias nacionales ni las internacionales, anunciaron la celebración de reuniones sostenidas por los numerosos miembros de estos organismos para ello.

Se colige de la nota del gobierno cubano que a partir de las "brutales" medidas que se implementarán, tendrá Fidel Castro el terreno más que abonado para hacer de "las nuevas maniobras del enemigo" el tema principal de la "Batalla de Ideas" en mesas redondas, movilizaciones sabatinas y campañas políticas en el exterior entre grupos y organizaciones de solidaridad.