Stoiber tiene motivos de sobra para estar resentido: tanto si la CDU consigue la mayoría de escaños en el Bundestag junto con los liberales de Guido Westerwelle, como si las urnas imponen una gran coalición con el SPD, él no tendría arte ni parte a la hora de repartir el pastel ministerial en el nuevo gabinete federal.
Stoiber no es el único líder conservador que hasta hace unos meses no ocultaba su hostilidad a la Merkel. Otros dos jerarcas de la CDU que tampoco parecían 'cortar el bacalao' con ella son el carismático Wolfgang Schäuble, acaso el político más competente de Alemania, pero lastrado a perpetuidad por el destape a posteriori del escándalo de las donaciones ilegales que estremeció a su partido en 2000, y por las consecuencias de un atentado en 1990 que lo dejó postrado para siempre en un sillón de ruedas; y Roland Koch, primer ministro de Hesse y estrella ascendente en el firmamento conservador tras su rotundo triunfo en las elecciones regionales de 2003.
El programa de la CDU
Con todo, a unas dos semanas de los comicios federales el congreso de la CDU ha cerrado filas en torno a la eléctrica dama de la extinta RDA (en realidad, nació en Hamburgo, en 1954), designada candidata oficial. "Somos la luz al final del túnel. Todos esperan un cambio", aseguró la líder de la CDU tras recibir el espaldarazo de sus conmilitones en Dortmund.
Los democratacristianos, que acumulan el 43% en las intenciones de voto, ya han dejado en claro que irán a los comicios del 18 de septiembre al alimón con los liberales (FDP), descartando de antemano la posibilidad de reeditar una gran coalición con los socialdemócratas, señal de que están seguros de que a la hora del cuajo su coalición opositora tiene todas las papeletas para alzarse con la mayoría absoluta en el Bundestag (cámara baja del Parlamento Federal). Y visto que ya gobiernan en solitario o como cabeza de coalición en 11 de los 16 länder —por lo que controlan a su antojo el Bundesrat (Cámara Alta) y bloquean a discreción las resoluciones aprobadas por la exigua mayoría rojiverde en el Bundestag—, la Merkel tendría entonces las manos libres para aplicar a rajatabla su radical programa de "renovación nacional" a la Blair.
Básicamente, el programa de la CDU gira alrededor de cuatro puntos: 1) desregular el mercado laboral; 2) subir el Impuesto sobre el Valor Agregado (IVA) del 16 al 18%; 3) fijar un impuesto único del 25% aplicable por igual a todos los grupos de ingresos; y 4) invertir más en educación, ciencia y desarrollo. No obstante, hay una incógnita que, a su pesar, podría forzar a la Merkel a virar de palo para rumba a última hora y formar gobierno con el SPD: las encuestas arrojan persistentemente un 7-8% para las huestes de su socio Westerwelle, con tendencia a la baja, y un programa tan radical sería inviable con una mayoría mínima en un Bundestag que será una olla de grillos en la próxima legislatura.
A su vez, Schröder juega ya más bien al ganapierde desde que la derrota de su partido en su feudo tradicional de Renania del Norte-Westfalia, el estado más populoso de la RFA con 18 millones de habitantes, le dejó en una minoría irrisoria en el Bundesrat y decretó de hecho la incapacidad legislativa del ejecutivo rojiverde para llevar adelante las dolorosas reformas de su Agenda 2010 y Hartz IV. Schröder, justo es decirlo porque lo honra, sacó sus conclusiones. En beneficio de la nación y de su propia salud mental, prefirió arrojar la toalla antes que seguir gobernando en precario. Única alternativa: huir temerariamente hacia delante, como otras veces, disolviendo el Bundestag y anticipando los comicios federales. |
