www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 2/3
 
Los caminos de la democracia
Una historia de las transiciones: Polonia, Hungría, Checoslovaquia y Rumania. Entre radicales y gradualistas.
por JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

En el proceso de transición han actuado, de manera independiente o combinada, las fuerzas del cambio provenientes de la cima, la base o los laterales, sumadas a un factor tecnológico: los medios masivos de comunicación, al punto que muchos han calificado este proceso de "tele-revoluciones".

Como ejemplo de una "reforma pactada" está la Polonia de 1989. Las divisiones dentro de la élite comunista gobernante (Partido versus Ejército) permitieron que sectores de la sociedad civil participasen en un proceso de negociación política —una mesa redonda—, que culminó en la celebración de unas elecciones semi-libres, como resultado de un pacto entre el gobierno y la oposición. Circunstancias genéricamente semejantes se hicieron valer también en Hungría, donde se manifestó con mayor claridad, tanto en el gobierno como en la oposición, una división entre "duros" y "blandos", que facilitó el avance de un proceso de liberalización.

En Hungría, como en Polonia, se abrió camino una mesa redonda acompañada de una serie de pactos informales entre la dirección del Partido Socialista Obrero de Polonia (comunista) y las principales fuerzas de oposición. En esos acuerdos, animados por los sectores "blandos" del partido dirigente y de la oposición, se llegaron a compromisos encaminados a reformar las principales instituciones políticas, en un marco de preservación de la paz social y de la estabilidad económica.

Las diferencias entre el proceso de transición polaca —inestable y caracterizado por la fragmentación— y el de Hungría —mucho más asentado— bien pueden atribuirse a algunos de los hechos que se manifestaron en ocasión de las negociaciones. Así, en Polonia, el partido dirigente se hallaba claramente dividido y la oposición era más fuerte que en Hungría.

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En otro plano, en Polonia, los cambios institucionales se introdujeron en una situación de incertidumbre general, mientras que en Hungría las reformas económicas y constitucionales fueron planificadas y coordinadas de manera menos cuidadosa, precediendo en cierto sentido al propio proceso de transición a la democracia.

En Polonia, los acuerdos condujeron, además, a un horizonte de distribución del poder entre el partido dirigente comunista y la oposición, mientras que en Hungría desembocaron en elecciones legislativas sin privilegios perceptibles para las viejas instituciones.

El resultado fue que en Polonia los partidos de oposición debieron asumir responsabilidades de gobierno casi dos años antes de la celebración de las primeras elecciones generales libres, y, por añadidura, la transición se inició en un marco en el que todavía pervivía la Constitución del régimen comunista, con poderes decisivos en manos del partido comunista. Estos hechos limitaron sensiblemente el impulso de un país que contaba, paradójicamente, con el más poderoso de los movimientos opositores de Europa central y oriental.

Terapias de choque, procesos de 'ruptura'

Las terapias de choque han sido comúnmente postuladas por fuerzas que han tendido a autocalificarse tanto de liberales, como de cívicas o democráticas. Pueden mencionarse, entre ellas, la Unión de Fuerzas Democráticas de Bulgaria, el Partido Liberal Social croata, o el Partido Democrático albanés. Es verdad que la relativa diseminación de perfiles de los enfoques "radicales" y "gradualistas", y los problemas de la vida política en los países del tránsito, han hecho que no siempre resulte fácil situar a estas fuerzas políticas.

Las terapias de choque en la economía fueron apoyadas en todo el ex bloque soviético por las fuerzas políticas de corte liberal y neoliberal, mientras el enfoque gradualista halló sostén en las organizaciones social-liberales, entre ellas la nomenklaturacomunista reconvertida, en cuyas posiciones se ha hecho valer también el influjo del discurso tecnócrata. Los partidos que deben su origen a las antiguas organizaciones comunistas han asumido en su integridad los enfoques gradualistas, así como muchos de los llamados social-liberales.

Es cierto que en la versión gradualista, los comunistas conversos ven la perpetuación de su protección en el apoyo de los subsidios estatales a la población para ampliar su base de poder. Mucho más que el proyecto radical de la terapia de choque, el enfoque gradualista —con su compromiso de subsidios sociales— ha concedido mayores posibilidades de acceso político y de mayores incentivos a los reformistas.

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