Ejemplos de procesos de "ruptura" contemporáneos —un repentino y rápido colapso del régimen que hace impensable e innecesario cualquier tipo de pacto con una oposición las más de las veces débil— en la Europa central y oriental son los de Alemania oriental, Bulgaria, Rumania y Checoslovaquia y, acaso, Albania. Pero el caso más claro y evidente de colapso es el de Checoslovaquia, en tanto en Bulgaria y en Rumania el aparente derrumbe no pudo ocultar, en cambio, lo que en los hechos se antojaba como una transición "dirigida desde arriba".

Debe subrayarse que ni la Unión de Fuerzas Democráticas búlgaras ni la Convención Democrática rumana han sido movimientos asimilables a los anteriores. Estos adquirieron peso cuando las transiciones respectivas ya se habían iniciado, de tal suerte que en modo alguno pueden considerarse protagonistas de un proceso de auto-organización, temprano y relevante, de partes significativas de la oposición.

El criterio comúnmente asumido sugiere que los ejemplos de procesos de "ruptura" (un repentino colapso del régimen que hace impensable e innecesario cualquier tipo de pacto con una oposición la más de las veces débil), en esta área, son los de Bulgaria, Rumania y, según determinadas visiones, Albania. Debe subrayarse que cada uno de estos casos exhibe singularidades lo suficientemente relevantes como para que su integración en un solo modelo resulte conflictiva.

Los países en los que se habían verificado rupturas estaban en mejor posición para introducir nuevas ideas, ya fuera a través de los "movimientos cívicos" —como sucedió en Checoslovaquia—, o por medio de fuerzas comunistas reformadas, como las que operaron en Rumania o en Bulgaria. Al margen de lo anterior, mientras se producía un proceso de desintegración de Estados, existía por razones obvias un impulso mayor para la gestación de nuevas constituciones.

Con respecto al enfoque "gradualista", se ha entregado a su defensa una buena parte de la nomenclatura reconvertida, en cuyas posiciones se ha hecho valer también el influjo de los discursos tecnocráticos. Conviene recordar que la nomenclatura reconvertida no es la única fuente de posiciones tecnocráticas, estas también son comunes en las formaciones liberales, cívicas y democráticas a las que acabamos de referirnos.

De la misma forma, tampoco puede afirmarse que todos los discursos vinculados con aquella exhiban esta dimensión tecnocrática. Si, por un lado, muchos de los partidos ex comunistas han asumido en su integridad los enfoques gradualistas; por otro, no faltan entre la nomenclatura ejemplos de posiciones que, nada tecnocráticas e impregnadas de autoritarismo, han sido calificadas a menudo de "neo-populistas".

Una de las circunstancias que se impuso en los primeros momentos de las transiciones puede enunciarse de forma sencilla: cuanto más democrática era la mayoría de los ciudadanos que había obligado al sistema comunista a realizar concesiones a la oposición (reformas pactadas), menos radicales eran las innovaciones constitucionales que se revelaban en aquellos primeros momentos.

La historia demostró estar llena de rincones oscuros. El vacío creado por el desastre del viejo catecismo político fue ocupado por el nacionalismo que, como una tromba centrífuga, atentó contra la unidad y la cohesión del Estado-nación. Por eso, el desplome del comunismo mostraría un rechazo al internacionalismo. Y es que el corte epistemológico que supuestamente significó el comunismo, respecto a la tradicional conciencia histórica, nunca se materializó, y los pueblos nunca lo olvidaron.