www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de febrero de 2003

 
  Parte 1/2
 
Basta de barbas
Cada vez más, la movida habanera se revela contra la 'seriedad' de la 'revolución'.
por EMILIO ICHIKAWA MORíN, Miami
 

La frase que titula este artículo ha sido atribuida al cineasta español Pedro Almodóvar. Dicen que con ella sintetizó la filosofía o, al menos, el estado de ánimo de la
Fiesta en La Habana
La Habana. Amables tropas de asalto.
"movida madrileña", un evento lúdico-cultural que protagonizaron algunos estratos de la capital española tras la muerte de Franco.

Las barbas son símbolo de gravedad, de solemnidad histórica. El franquismo fue en ese sentido un régimen que pretendió barbas. El antifranquismo, por supuesto, también las usó. Barbas era la dictadura, y barbas era también la revolución. Una política centrada en una misión nacional integrista que tuvo en el catolicismo una coherente cobertura ideológica y moral. La teología franquista consiguió que, a diferencia de la mayoría de las plazas filosóficas de Occidente, en las universidades españolas el marxismo y la filosofía analítica coexistieran en paz. En ese contexto, la función de la ideología era la de poner a arder las barbas del vecino.

Cuando esto sucede, según reza el refrán, hay que poner las barbas de uno mismo en remojo. Es decir, cuando se impugna la moralidad del prójimo, es forzosa una "movida" doble: prepararse para que le cuestionen a uno y, en consecuencia, buscar la dignidad en una zona de mayor placer y goce; más allá de la moral. Fue precisamente lo que hizo la movida madrileña y lo que, desde principios de los años 90 hasta la fecha, está haciendo bajo el castrismo la "movida habanera".

Los turistas que defienden el universo placentero que ofrece la sociedad cubana actual desconocen, o se empeñan en desconocer, que el mismo ha sido forjado a pesar de los esfuerzos castristas por hacer una revolución "sacrificial" y espartana. En el modelo discursivo original de la revolución (los discursos de Castro son en Cuba fuente de derecho, per definitionem) es la austeridad y no el placer, la seriedad y no la risa, lo que la tipifica. No existen, de hecho, chistes a favor de Fidel Castro, mientras que la política cómica en su contra es casi inabarcable: novelas, cuentos, graffitis, toda una oralidad cotidiana, etcétera.

Fue el ex canciller Roberto Robaina, cuando fungía como Secretario Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas, quien se percató de la "pesadez" de la política oficial de su organización y, por añadidura, de la revolución. Llegó a orientar a los dirigentes de base como debían vestirse, casi prohibiéndoles el uso de la clásica agenda bajo el brazo y el bolígrafo en el bolsillo de la camisa. El mismo "Robertico", por su parte, se dejó un llamativo bigote, el cual combinó con un atuendo en el que sobresalían unas botas con tacones lejanos y un inmenso reloj.

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