www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 1/2
 
Siempre es 10 de Marzo
La revolución como plusvalía del gangsterismo. Historia de armas y de un presente sin violencia que sugiere una apuesta por la vía pacífica.
por NéSTOR DíAZ DE VILLEGAS, Los Ángeles
 

Antes de acercarnos a las fechas que nos ocupan debemos retroceder un lustro, a la época en que Fidel Castro recibe su bautismo de fuego. Es 22 de febrero de 1948: Manolo Castro, ex presidente de la FEU, abandona un cine habanero en compañía de cierto maleante que lo conduce, engatusado, al callejón donde lo espera Castro. Los dos Castro —como Martí en Dos Ríos con su Ángel de la Guardia— forman alegoría. ¿Qué hay en un nombre? La policía arresta esa tarde a Fidel en el aeropuerto de Rancho Boyeros, mientras trata de alejarse del cadáver de Manolo.

Fidel Castro
Violencia 'revolucionaria': arma de combate predilecta de Castro.

En abril de ese mismo año participa en una intentona mayor, durante la IX Conferencia Panamericana, en Bogotá. Llega a Colombia el 29 de marzo, en compañía de Rafael del Pino, para participar en un evento paralelo de estudiantes. El 9 de abril debe asistir a una cita con Jorge Eliecer Gaitán (el Chibás colombiano, lo llama Hugh Thomas), que por entonces arrebata al pueblo desde la tribuna. Fidel dice que intentaba ofrecerle sus respetos y pedirle consejo: pero cerca de la hora en que debían verse, Gaitán cae abatido por las balas que le dispara Juan Rosa Sierra. Enseguida la turba lincha a Juan Rosa y, como de concierto, se escucha el grito "a Palacio" y la consigna "¡Revolución!". Siguen siete días de quema y de saqueo que dejan a la capital devastada y a Colombia sumida en una guerra que dura todavía. Fotos de la época muestran a un Castro joven entre las ruinas —que serán, en lo sucesivo, su hábitat.

Juan Domingo Perón había costeado el viaje a Colombia de los jóvenes putschistas. Jorge Luis Borges vuelve a relacionarlos, años más tarde, con un silogismo: "Perón es un delincuente, Fidel es un gángster", dicen que dijo, conversando con un periodista. Borges lo adivina: conoce de gángsteres y de carnavales. En carnaval no se sabe nunca quién dio la puñalada trapera, ni quién cortó la nalga con la navaja. La Tragedia lleva máscara de Comedia durante unas jornadas, como la Verdad lleva la cabeza de la Mentira en el patakí africano. Es el mundo al revés. Somos inocentes si, cuando ocurrió el crimen, "estábamos de carnaval". ¿Quién puede acusarnos? Se cree que los cubanos mataron por lo menos a 32 personas en Colombia (contra esos estudiantes tuvo que enfrentarse después Batista). Luego regresó a La Habana, rescatado por el embajador Guillermo Belt. Entonces terminó su carrera de Leyes y se casó con una Díaz Balart.

Vayamos ahora a nuestras eras imaginarias. Imaginemos primero a unos rebeldes aproximándose de madrugada a la finca Kuquine, y a Batista atendiendo a sus quejas con oído hábil: Carlos Prío prepara un autogolpe y hay que detenerlo con un contragolpe, explican los conjurados. Sabemos que el 9 de marzo de 1952 era domingo de carnaval: aprovechémonos de esa metáfora borgiana para trazar un rombo cuyos ángulos coincidan con los cuatro puntos a donde se dirigían los soldados (El carnaval como coartada. En La muerte y la brújula Red Scharlach aprovecha su confusión festiva para pasar por muerto, escoltado por dos arlequines). La caravana abandona Kuquine a las dos de la mañana del lunes 10. Al timón va el capitán Luis Robaina; en el asiento trasero viajan Francisco Tabernilla, Roberto Fernández y Fulgencio Batista. Parten rumbo al cuartel de Columbia. Otros carros se dirigen a La Cabaña, a La Punta y a la jefatura de Policía: trazan, sin proponérselo, un paralelogramo.

Edmund A. Chester en A Sargent Named Batista dice que "los movimientos de los cuatro grupos estaban coordinados por relojes sincronizados con las señales de una estación de radio local". El radio como reloj: si colocamos un vaso de agua encima del aparato obtendremos una clepsidra, la máquina del tiempo de la mitología cubana. Desplazándonos por el territorio nacional en el sentido de las manecillas de uno de esos artefactos de quincalla, llegaremos a Oriente, en el extremo opuesto del lugar donde dejamos a Tabernilla y Batista a punto de propinar el contragolpe anticipado.

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