www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 1/2
 
Del internacionalismo al aislamiento
La reciente andanada contra Europa clausura una de las últimas ventanas de que disponía el castrismo para asomarse al exterior.
por GILBERTO CALDERóN ROMO, México, D. F.
 

Como si la lógica se pudiera legitimar con el absurdo, cada paso que da Fidel Castro lo conduce del internacionalismo al aislamiento, le procura más y mayores adversarios y lo hace con escándalo. Ahora descargó su furia contra las gobiernos de la Unión Europea —España e Italia en forma destacada— en un largo programa de radio y televisión, anunció su retiro de las Cumbres Iberoamericanas, así como el cierre del Centro Cultural Español en el malecón, y encabezó desfiles masivos de protesta.

Manifestación en La Habana
'Marcha del pueblo combatiente' frente a la embajada española en Cuba.

La noche del pasado 11 de junio —dos meses exactos después del fusilamiento de los tres secuestradores de la lanchita de Regla— dedicó tres horas de televisión a zaherir a José María Aznar, el "führercito del bigotico", y a Silvio Berlusconi (Burlesconi, lo llamó), mandatarios de España e Italia respectivamente, molesto porque la Unión Europea anunció medidas de reproche a causa de la represión en la mayor de las Antillas. Los europeos le hicieron saber que invitarán a las fiestas nacionales en sus embajadas habaneras a miembros de la disidencia interna, que reducirán los intercambios culturales y que restringirán las visas para funcionarios isleños. Así como al secuestro de una lancha sin combustible se respondió con el fusilamiento de sus tres autores, las iniciativas de la UE ameritaron la desmesura que para el castrismo ya se va haciendo costumbre.

Después de la larga perorata por radio y televisión, el gobernante antillano encabezó, la mañana del día 12, una de dos marchas de decenas de miles de individuos cada una, para ir a gritar su encono contra las legaciones de España e Italia en un alarde de predecibles vociferaciones.

En esta nueva liza, se enfrenta a los 15 gobiernos de la UE, a los 10 adicionales que están en proceso de incorporación a esta alianza, a los asociados Bulgaria y Rumania, y a los del Acuerdo de Libre Comercio Europeo: Suiza, Islandia, Liechtenstein y Noruega.

La apuesta es alta. Hasta ahora, mientras Fidel Castro se burla de los dirigentes europeos, y los amenaza verbalmente, éstos han respondido con ecuanimidad. No han caído en la trampa de romper relaciones —perderían vínculos con el pueblo de Cuba, que no con su gobierno, y empresarialmente significaría la renuncia a ciertos espacios conquistados que podrían proporcionar un buen punto de partida en un futuro promisorio.

Es posible que esta hipótesis de la paciencia europea entre en los cálculos de Castro a la hora de enderezar andanadas de denuestos y exhibirse como el David que desafía a los Goliat del antiguo continente. Si no le responden, sacia su ira y luce su rancia oratoria. En caso contrario, si se llega al retiro de embajadores, desarrolla su histrionismo como víctima de un nuevo bloqueo. Parte de la consigna de que los culpables siempre son los otros.

Se sabe que la amenaza de un acoso militar es improbable, pero blandirla ante sus ingenuos partidarios extranjeros todavía le rinde frutos. Cuando menos, los de mantener la solidaridad de esas viejas izquierdas latinoamericanas y europeas que, huérfanas de la Unión Soviética, creen que Cuba sigue siendo la fantasmal llave del futuro socialista.

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