www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
  Parte 4/4
 
Las razones de la sinrazón
Todas las cartas de la partida: Sugerencias para explicar el enfrentamiento del Gobierno cubano con la Unión Europea.
por JORGE A. POMAR, Colonia
 

En conclusión, al precio de sacrificar el lobby antiembargo en Estados Unidos y sufrir el peor descalabro de su popularidad en el Viejo Continente, el longevo Comandante en Jefe ha impuesto a sangre y fuego la lógica totalitaria que le ha garantizado el poder absoluto desde el primero de enero de 1959 hasta la fecha. Ha sido él quien ha vuelto a dictar las reglas del juego dentro y fuera del país, para amigos, neutrales y enemigos: la sociedad cubana, reza su mensaje, es su coto privado y ni a las buenas ni a las malas está dispuesto a tolerar en vida suya injerencias subversivas más allá del marco que él mismo establezca. Masticándoles el mensaje a los empresarios españoles e italianos, su fiel canciller Felipe Pérez Roque acaba de asegurarles que, siempre que sus gobiernos guarden la debida compostura, sus intereses en la Isla no corren ningún peligro, pues Cuba "sigue" necesitando de ellos. En caso contrario, advirtió, "las relaciones con la UE se enfriarán aún más". Lo cierto es que ni Castro ni la UE, que así lo deja entrever en todas sus declaraciones oficiales, desean realmente que la sangre llegue al río. La diferencia es que en esta querella es Castro quien tiene la sartén por el mango y, a las diez de últimas, podría "virarse con carta" y hacer un par de concesiones más de fondo, como las siguientes:

—Liberar a los presos políticos y reconocer a la oposición moderada
—Levantar las restricciones de viaje a los nacionales
—Ampliar el trabajo por cuenta propia a todos los oficios y profesiones 
—Autorizar las inversiones de ciudadanos cubanos
—Sustituir al Estado como contratador de la fuerza de trabajo empleada por las empresas extranjeras por un sistema normal de impuestos a sueldos y salarios
—Rebautizar el PCC 
—Eventualmente, convocar a unas elecciones (amañadas) en las que gane un candidato leal incoloro como Lage o Alarcón, con él y Raúl Castro manejando los hilos y controlando la Seguridad del Estado y las Fuerzas Armadas como guías espirituales a lo Mao Tse Tung en su última fase
—Y, last but no least, admitir a trámite el reclamo selectivo de propiedades confiscadas de ciudadanos norteamericanos, con lo cual crearía un conflicto de intereses de proporciones insospechadas entre la UE y Estados Unidos, en cuya solución hasta los expertos más calificados de la Organización Mundial del Comercio se mellarían los dientes

Cambiar el juego comercial totalmente al campo yanqui, donde —pese a todas las señales en contrario de la Casa Blanca— ya tiene un pie dentro con sus estimulantes compras al contado y una movida del género, podría granjearle importantes simpatías y apoyos en Estados Unidos, en la propia Europa agraviada y sobre todo en la población cubana, que en un porcentaje suficiente sino mayoritario apoyaría semejante reforma. Esto último por la sencilla razón de que, por un lado, el castrismo cuenta con una vasta clientela y, por el otro, los líderes de la oposición necesitarían tiempo para darse a conocer, concertar alianzas y articular propuestas comunes (todavía están lejos de ponerse de acuerdo, a pesar de que el mazmorrazo los ha echado a todos aleccionadoramente en el mismo saco). En realidad, la mayoría de ellos no ha ido a la cárcel por defender demandas más radicales. En fin, un cambio de régimen totalitario a régimen autoritario que permitiría al Hermano Mayor morir en el poder. Si todo sale mal y los yanquis no muerden el cebo, ahí está el ejemplo norcoreano para demostrar que se puede matar de hambre a un país desprovisto de sociedad civil sin que se revele, al menos en conatos organizados aptos para resistir el asalto de unas fuerzas represivas sobredimensionadas. Especulaciones aparte, lo cierto es que el régimen cuenta con más opciones de las que se cree y podría satisfacer incluso algunos requisitos de la Ley Helms-Burton sin perder el poder a corto plazo.

El obstáculo es —siempre lo ha sido— la proverbial terquedad del Máximo Líder, y una suspicacia que le hace pensar que Cuba no es China y, así como en la tierra del son no es nada raro que un bolero suave acabe a ritmo de conga, los primeros, cautos deslizamientos de cualquier reforma de bulto podrían desatar una avalancha capaz de barrer súbitamente con su reinado. Así las cosas, el régimen cubano, los a la postre siempre condescendientes líderes de la Unión Europea y probablemente la administración Bush, no parecen tener intenciones de tensar la cuerda. Gracias al mazmorrazo de abril, Castro dispone de un impresionante pool de opositores cautivos que puede ir soltando a cuentagotas para negociar una nueva fase de distensión con el mundo occidental mediante el simple recurso de desempolvar la añeja práctica del canje de presos políticos por visitas de personajes influyentes y otros gestos de apaciguamiento que ya se ven venir. Lo que pase el ansiado "día después" al Comandante le tiene sin cuidado. En vida jamás dará su brazo a torcer. Al menos, no del todo. ¿Y quién sabe si sus excelentes médicos no le han pronosticado últimamente cinco o diez años más de vida? Lapso suficiente para hacer perder las esperanzas de sucesión al Hermano Menor (cinco años menor pero de salud más endeble) y a sus adláteres del Ejército, para acabar de desprestigiar sin remedio a los agazapados tecnócratas reformistas del régimen, que sueñan con copiar al Reino del Medio.

Pero el desgaste del relevo castrista no tiene nada de malo en sí ni autoriza el diagnóstico de demencia senil que se le suele hacer a Castro, quien parte de la máxima del Rey Sol (après moi le deluge). Obviamente, tampoco anda buscando un final numantino en vida suya porque sabe por experiencia propia que los cubanos no somos nada dados a morir abrazados a la bandera y, en caso de invasión yanqui, perdería la guerra por abandono masivo, igual que Sadam Hussein. Esta vez en Cuba habría más felicidad, colaboración y gratitud hacia los libertadores yanquis que en 1898, cuando ya hubo bastante de las tres cosas. Además, a diferencia de los chinos, los cubanos tampoco conocemos el término medio: o no llegamos o nos pasamos, como dijo el generalísimo Máximo Gómez. Por eso el todopoderoso Comandante en Jefe le teme tanto a las reformas. Amén de que tampoco confía en la voluntad de poder de su hermano menor. He ahí las razones de la sinrazón de nuestro Quijote castrista.

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