www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
   
 
Las cosas por su nombre
¿Resistencia o terrorismo? ¿Presidente o dictador?
por MANUEL DíAZ MARTíNEZ, Canarias
 

Ojalá la masacre del jueves 11 en los trenes de Madrid haya enseñado a la gente despistada que no se debe cambiar el nombre a las cosas. Es como cambiar las etiquetas a las medicinas. Puede ser mortal. Confundir nombres equivale a confundir valores.

Trenes de Renfe tras el atentado
Masacre: un único nombre.

Es deplorable lo que sucede en Estados Unidos e Inglaterra. Allí cierta prensa sigue llamando separatistas, así no más, a quienes ponen bombas en supermercados, pegan tiros a la gente o hacen estallar un coche repleto de titadine en una plaza céntrica de cualquier ciudad, caiga quien caiga. Ésos, por supuesto, se llaman terroristas porque lo que hacen se llama terrorismo, aunque tengan todo el derecho del mundo a querer separarse de España, de Rusia, de Turquía o de Venus. Si usted no quiere dejar de ser un independentista para convertirse en un asesino no vuele un edificio de viviendas con las familias dentro.

Sana costumbre es llamar siempre las cosas por su nombre porque cambiarles el nombre es lo mismo que cambiarlas a ellas. Si a Sadam Husein, Kim Jong Il y Fidel Castro los llamamos presidentes, ¿entonces qué fueron Juárez y Sarmiento, Lincoln y Roosevelt, Cárdenas y Azaña…?

Si a las bandas residuales de sicarios de Sadam, que practican el terrorismo dinamitando una mezquita atestada de fieles o poniendo un coche bomba a las puertas de una escuela o de una oficina de la ONU en Bagdad, las llamamos "resistencia iraquí", ¿qué fueron, entonces, los maquis en la Francia ocupada por Hitler? ¿En quiénes debemos fijarnos para precisar el concepto de "resistencia popular", en los terroristas de Sadam o en los guerrilleros antifascistas franceses? Si usted quiere ser presidente de su país y no un déspota, respete la democracia y el Estado de Derecho, y si quiere ser un heroico miembro de la resistencia frente a un invasor no lance obuses de mortero sobre un mercado lleno de mujeres y niños.

Como al cambiarles el nombre a las cosas éstas mudan de sentido, se corre el riesgo de santificar lo diabólico y condenar lo plausible. Llamar líder socialista al genocida serbio Milosevic, que estuvo tres años dirigiendo la limpieza étnica en Bosnia, Croacia y Kosovo, condujo a muchos a llamar asesinos a los jefes de la OTAN, quienes contribuyeron a detener la orgía de terror racista y religioso en los Balcanes. Y si usted es un ciudadano que protesta contra la globalización neoliberal y no quiere merecer el nombre de gamberro, no destroce escaparates de tiendas ni vuelque tolvas de basura en la vía pública.

Después del 11-S, el mundo empezó a comprender mejor por qué al terrorismo siempre hay que llamarlo por su nombre. También, creo, ha comenzado a entender que la culpa del terrorismo la tienen los terroristas. ¿Qué causa, por justa que sea, puede legitimar las matanzas de inocentes? Pero todavía hay quien prefiere llamar "comprensible ataque a los estadounidenses" a la masacre del 11-S, así como hay quien prefiere llamar "defensa de Israel", y no delito y democidio, al robo de tierras palestinas y a los bombardeos de campos de refugiados árabes.

Cuenta una sobreviviente de la masacre de Madrid que entró, en busca de heridos, en uno de los vagones reventados por las bombas y que sólo halló humo, hierros quemados y cadáveres. Entre los cadáveres sonaban y sonaban las musiquillas de teléfonos móviles. Esta escena se llama terrorismo. Y no le cambie el nombre si usted quiere ser un ciudadano de este tiempo y no un gilipollas.

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