www.cubaencuentro.com Martes, 29 de abril de 2003

 
  Parte 1/3
 
Tiempo de ser fantasma
Un repaso a la obra del cantautor Silvio Rodríguez, cuyo último disco, 'Expedición', ya está en la calle.
por ENRIQUE COLLAZO, Madrid
 

Enjuiciar críticamente la obra de Silvio Rodríguez constituye un innegable desafío, pues se trata de uno de los más prolíficos y talentosos músicos de la segunda mitad del pasado siglo en la Isla. Al menos un par de generaciones de cubanos que nacieron y crecieron al influjo del entusiasmo revolucionario de los años sesenta y setenta, educaron sus
Expedición
oídos escuchando a Rodríguez, quien, junto a Pablo Milanés y Noel Incola, conformó la vanguardia de la Nueva Trova bajo el auspicio de Haydee Santamaría, entonces presidenta de la Casa de las Américas.

Corrían tiempos que presagiaban profundos cambios en los valores tradicionales, impulsados por masivos movimientos juveniles que a ritmo de música y manifestaciones pretendían transformar el mundo. Sus expresiones sacudían tanto California como París, México o Londres. Se entrelazaban frenéticamente los símbolos de la paz y el amor con los del LSD y la marihuana; los del rechazo a la guerra de Vietnam con los de la lucha por los derechos civiles de los negros en Estados Unidos; los de la guerrilla guevarista con los de la Primavera de Praga. Entre los creadores musicales favoritos de aquella pléyade juvenil que nutrió el movimiento de protesta antisistema, se hallaban figuras hoy legendarias, como Bob Dylan, Janis Joplin, Jimmy Hendrix y Bob Marley; Joan Manuel Serrat y Víctor Jara, así como Pablo Milanés y Silvio Rodríguez.

Después de andar un primer trecho como juglar solitario, profetizando un nuevo alumbramiento a escala planetaria y sufriendo los desafueros de algunos culturócratas del régimen de La Habana, Silvio Rodríguez se integró a esa suerte de taller de creación colectiva que fue el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (GES). En él, y bajo la dirección del maestro Leo Brouwer, consiguió acrecentar su oficio como creador, compartiendo quehacer con otros trovadores e inspirados músicos, como el propio Milanés, Sara González, Pablo Menéndez, Emiliano Salvador, Sergio Vitier, Eduardo Ramos, Leonardo Acosta e Ignacio Berroa.

Hacia mediados de los setenta, el GES se disuelve, después de legar una obra cargada de originalidad y vanguardismo, expresada en temas como Los caminos, La nueva escuela, Yolanda, La pupila insomne, El Mayor, Si tengo un hermano, 36 peldaños o Repentino, y en bandas sonoras de películas y documentales. Para esa fecha, Silvio Rodríguez, convertido en cantante oficial, continúa componiendo bellísimas canciones y baladas cuajadas de una mística revolucionaria con la que se identificó íntimamente una generación forjada a golpe de movilizaciones militares y participaciones en las "zafras del pueblo".

Su poesía hecha canción, como Rabo de nube, Que ya viví, que te vas, Canción del elegido, Ojalá, Qué se puede hacer con el amor, Yo digo que las estrellas, Óleo de mujer con sombrero, La rabia y el tema Y nada más, pervive en la memoria afectiva de un sinfín de cubanos que admiraban al trovador y escuchaban clandestinamente a The Beatles, Blood Sweat & Tears, Chicago, Santana, Led Zeppelin, Deep Purple y Cat Stevens, burlando la porosa cortina de bagazo impuesta por el régimen castrista.

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