www.cubaencuentro.com Miércoles, 22 de octubre de 2003

 
  Parte 2/4
 
El milagro en La Habana
La actuación en Cuba, en 1949, del polémico director austriaco Herbert von Karajan se inserta entre los grandes hitos históricos de la Orquesta Filarmónica de La Habana.
por JOSé ANíBAL CAMPOS, Madrid
 

Legge, con la astucia de un buen abogado, se valió de un tecnicismo legal para salirse con la suya. La prohibición que pesaba sobre Karajan, dijo Legge a las fuerzas de ocupación británicas, atañía solamente a aquellas presentaciones "en público", pero no decían nada acerca de una posible sesión de grabaciones en un estudio a puertas cerradas. Fue así como Karajan, gracias a la audacia de Legge, logró evadir la prohibición de dirigir, dando inicio a una vertiginosa carrera en ascenso que lo daría a conocer en el ámbito internacional mucho más rápido por la vía del disco de lo que lo hubiese logrado a través de los conciertos en vivo.

Y aunque todavía tardaría un año en recibir el anhelado permiso para dirigir (lo que ocurrió en octubre de 1947), una vez lo tuvo en sus manos ya no le faltarían invitaciones para dirigir en todas partes del mundo.

La Habana: primera actuación en América

Muy pronto el talento de Karajan se vio confirmado en las primeras presentaciones fuera de Alemania después de la guerra: primero en Lausana, Suiza, en agosto de 1948, y luego, en diciembre del mismo año, en La Scala de Milán, donde dirigió Le Nozze di Figaro y la temporada de música alemana de esa importante plaza musical.

Seguidamente, llegaría la invitación para realizar una gira por América, la cual, además de en Cuba, incluía actuaciones en Brasil, Argentina y Chile. A La Habana, sin embargo, cabría el privilegio de acoger la primera actuación de Karajan en este hemisferio, cumpliéndose así lo que el investigador Enrique Río Prado ha denominado "la ruta natural", un trayecto obligado, luego desviado por razones económicas, que comienza con Cristóbal Colón y se cumplió casi rigurosamente durante la primera mitad del siglo XIX en la mayoría de las compañías de ópera que venían a actuar en América, cuya primera parada era casi siempre La Habana.

Herbert von Karajan llegó a La Habana a principios de marzo de 1949, cuando todavía no había cumplido los 41 años de edad. Como un potro deseoso de correr y a quien se ha mantenido atado por mucho tiempo, el joven Karajan llegaba ahora al ruedo de América dispuesto a recuperar el tiempo perdido en la carrera por un reconocimiento que él estaba seguro de merecer.

El que llegó a Cuba en marzo de 1949 era también un artista que por mucho tiempo había visto malgastada una buena parte de su talento en adaptarse a los rituales de un régimen dictatorial basado en el terror y en la represión brutal de todo aquél que no se le sometiera; un hombre que, una vez derrotado aquel régimen de oprobio, se había visto largamente acosado por inculpaciones que él consideraba del todo injustas y sometido a interminables interrogatorios por parte de los nuevos vencedores.

Eso explica, tal vez, cierta arrogancia suya al no querer, tras su llegada a La Habana, conceder largas entrevistas a la prensa, y —algo más ofensivo aún para el amor propio de los cubanos— su negativa a interpretar el Himno Nacional en uno de los conciertos, algo que provocó el comentario suspicaz de algún que otro periodista.

Karajan llegó a la capital cubana contratado para dirigir dos pares de conciertos —dos de gala y dos populares—, que cerrarían la temporada 1948-1949 de la Orquesta Filarmónica. A lo largo de esa temporada que concluía, la Filarmónica había vivido algunos momentos ciertamente gloriosos. En octubre de 1948 había contado con Clemens Krauss en el estrado del director para seis conciertos, dos de ellos acompañando a la célebre soprano wagneriana Kirsten Flagstad; y los días 13 y 14 de marzo, una semana antes de la actuación de Karajan, la orquesta había sido dirigida por Charles Munch.

1. Inicio
2. Legge, con la astucia...
3. La temporada cerraba...
4. Fue sin duda ese mismo...
   
 
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