www.cubaencuentro.com Miércoles, 22 de octubre de 2003

 
  Parte 3/4
 
El milagro en La Habana
La actuación en Cuba, en 1949, del polémico director austriaco Herbert von Karajan se inserta entre los grandes hitos históricos de la Orquesta Filarmónica de La Habana.
por JOSé ANíBAL CAMPOS, Madrid
 

La temporada cerraba, además, con el anuncio de que el gobierno de Carlos Prío estaba gestionando ante el Congreso una ley que otorgase a la orquesta un crédito de cien mil pesos, la suma más jugosa que un gobierno le hubiese entregado hasta entonces a lo largo de sus veinticinco años de existencia, en que el conjunto sinfónico fue sostenido fundamentalmente por los donativos de un reducido grupo de patrocinadores privados, en especial de su principal mecenas, el acaudalado banquero Agustín Batista.

Pero lo cierto es que desde la brusca renuncia de Erich Kleiber en 1947, la orquesta, salvo un breve período de meses en que fue dirigida en propiedad por el argentino Juan José Castro, se había visto a merced de los constantes y perjudiciales cambios de directores, que si bien eran algunos de ellos de probada maestría técnica (como es el caso de Krauss y Munch), llegaban a La Habana contratados en calidad de directores invitados para dirigir un número reducido de conciertos, sin oportunidad real de desarrollar un trabajo sistemático que pudiera influir en la superación técnica de la orquesta.

Karajan era el séptimo director en esa temporada. Y pese a que probablemente nadie en La Habana lo había visto dirigir, existían algunas referencias sobre su labor como director de los discos Columbia, lo cual avivaba la curiosidad por verlo actuar en vivo. El Patronato, en su sección habitual de publicidad en los periódicos, en la que presentaba a los directores invitados, a través de breves entrevistas realizadas en los ensayos, anunció que Karajan era "la primera batuta del momento". Y añadía: "Al talento agrega una memoria prodigiosa, y a todo eso el don divino de la juventud: una juventud que parece asistida milagrosamente por la experiencia".

La curiosidad por ver dirigir a Karajan era tan grande que fue preciso prohibir la asistencia de público a los ensayos. De esos días nos ha quedado también un espléndido testimonio del poeta José Lezama Lima, quien con su inconfundible uso de las imágenes describía en una carta a su amigo José Rodríguez Feo su entusiasmo y alborozo por el concierto venidero: "Ahora me preparo a oír a Herbert de Karajan, joven director austriaco, dicen que muy bueno (...), mi yo alegre salta como una ardilla mordiendo un refajo gris violeta". Por su parte, uno de los músicos de la orquesta, al parecer mejor informado sobre los méritos de Karajan, declaraba a la prensa: "Yo tengo datos ya para mi humilde biografía (...) Pertenezco a la orquesta que por primera vez ha tocado en América dirigida por Karajan".

El primer par de conciertos tuvo lugar el domingo 20 y el lunes 21 de marzo de 1949 en el Teatro Auditorium, y el programa ofrecido al público estuvo compuesto por la obertura de El cazador furtivo, de Carl Maria von Weber, el poema sinfónico Don Juan, op. 20, de Richard Strauss, y la Sinfonía No. 4 en mi menor, op. 98, de Johannes Brahms. En un inicio estaba programada la Sinfonía No. 35 en re mayor, K. 385, de Mozart, también conocida como sinfonía "Haffner", pero un retraso en la llegada de las partes instrumentales que debían intervenir en la ejecución de esa obra dejó al público con las ganas de escucharla.

Los otros dos conciertos de Karajan tuvieron lugar los días 3 y 4 de abril. Como única pieza del programa, una de las obras que más tarde consagraría para la historia la labor como director del austriaco: La Sinfonía No. 9 en re menor, op. 125, de Beethoven. De Von Karajan y la Novena se ha escrito ya suficiente. Algunas guías de grabaciones sitúan sus interpretaciones de esa obra entre las mejores que se hayan realizado jamás. La Sinfonía No. 9 se convirtió en uno de los caballos de batalla en el repertorio del director de Salzburgo, al punto de que, por muchos años, hasta la muerte del director en 1989, los conciertos de fin de año que la radio alemana transmitía a toda Europa, presentaban invariablemente esa sinfonía de Beethoven dirigida por Herbert von Karajan.

De su respeto y admiración, casi reverentes, hacia esa obra dan fe sus escuetas palabras a un periodista habanero que trataba de entrevistarlo en pleno ensayo: "No debemos restar un solo minuto a los ensayos. La Novena Sinfonía siempre hay que ensayarla un poco más, y cinco minutos de descanso son demasiados minutos quitados al estudio".

1. Inicio
2. Legge, con la astucia...
3. La temporada cerraba...
4. Fue sin duda ese mismo...
   
 
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