www.cubaencuentro.com Lunes, 17 de noviembre de 2003

 
Parte 3/3
 
La novela cubana de Ernest Hemingway
Hace medio siglo, se publicó en la revista 'Bohemia' la traducción al español de 'El viejo y el mar', realizada por el escritor cubano Lino Novás Calvo.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Miami
 

Hasta aquí, todo lo correspondiente a la parte más amable de El viejo y el mar. Pasaré ahora a la otra parte, la que deberá incluirse, cuando alguien la escriba, en la "Historia Nacional de la Infamia". En 1962, la Editorial del Consejo Nacional de Cultura editó en Cuba la novela, como homenaje a Hemingway en el primer aniversario de su muerte. Quien se tome el trabajo de cotejarla, verá que se trata, palabra por palabra y línea por línea, de la misma versión que apareció en Bohemia. Se dice incluso que es la "Traducción autorizada por el autor". Pero el nombre de Novás Calvo quedó eliminado. Fue, sin embargo, sólo el inicio de una cadena de omisiones y escamoteos.

Preámbulo
Primera página de la edición de 'Bohemia'.

En 1981, Mary Cruz publicó su ensayo Cuba y Hemingway en el gran río azul, que se anunciaba como "una muy valiosa contribución al conocimiento no sólo de la presencia de Cuba en la obra del gran novelista norteamericano, sino también una penetrante interpretación de esa obra". El libro, en efecto, constituye un estudio inteligente, documentado y bien hecho. Pero la obstinada omisión de Novás Calvo que hace la autora empaña su rigor científico.

Hay un capítulo de cuarenta y seis páginas, titulado ¿No lo ves?, donde precisamente su nombre "no se ve" por lado alguno. Tampoco figura ninguno de sus dos artículos sobre el creador de Tener o no tener en las veintitrés páginas de la bibliografía, donde está, por ejemplo, la edición de Planeta de las Obras Selectas de Hemingway (1969), en donde está incluida la traducción de marras de El viejo y el mar. Similar resultado obtendrá quien revise otros títulos sobre Hemingway aparecidos en la Isla a lo largo de todos estos años.

Una excepción la constituye Hemingway en Cuba (1984), de Norberto Fuentes. Allí, en las páginas 433 y 434, su autor se refiere a la traducción de Bohemia. Parte del espacio está dedicado a comentarnos "las inclinaciones sexuales" de Miguel Ángel Quevedo, el director de esa revista, que de acuerdo con Fuentes, "eran notorias. Se enorgullecía de que en una finca de su propiedad, donde se celebraban semanalmente fiestas que reunían a los más importantes empresarios y políticos del país, nunca había entrado una mujer". Vaya por Dios. Reproduzco, en fin, las líneas finales:

"La historia termina (...), años después, en la década del 60, con Lino Novás Calvo convertido en uno de los escritores cubanos contrarrevolucionarios residentes en Miami y jefe de redacción de Bohemia Libre, y la finca de Quevedo, en la que se prohibía la entrada a mujeres, transformada en el primer campamento de jóvenes revolucionarias que pasaban su instrucción como milicianas: el Batallón 'Lidia Doce'".

Voy a decir como Rita Montaner: mejor que me calle, que no diga nada. Quiero, sí, precisar un error. Ya sé que un "escritor contrarrevolucionario" como Novás Calvo no merecía el esfuerzo de confirmar la información, pero la verdad más verdadera es que nunca residió en Miami. Llegó a esta ciudad en septiembre de 1960, y en diciembre ya se había mudado para Nueva York, donde vivió hasta su muerte en 1983. Y en cuanto a la poca simpatía por los homosexuales que destilan los comentarios sobre Quevedo, parece ser un problema crónico en Norberto Fuentes.

El año pasado, en las palabras que redactó para la exposición Ojo X Ojo, de Aldo Menéndez, expresó:

"Acabemos de llamar las cosas por su nombre. Entre un Aldo Menéndez ataviado como un Beatle —en un país donde las melenas no eran una moda en los 60 sino una ofensa política—, y buscando una tendencia donde moverse, y buscando después una pared donde colgar cualquiera de sus cuadros, y un René Portocarrero, la vieja morsa a la que se le permitía respirar mientras se le abastecía de pinceles, pigmentos y raciones adicionales de chocolatinas y cigarrillos rubios Visant, y podía hasta vivir en relación de matrimonio con su pareja, el aburrido y lánguido Raúl Milián, la Revolución Cubana siempre prefirió a Portocarrero".

Como dicen los gringos, no comment, mis queridos amiguitos y amiguitas.

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