www.cubaencuentro.com Martes, 24 de febrero de 2004

 
  Parte 1/2
 
Zen de reparar al Che en motocicleta
A la sombra de Hollywood y de la mano de Robert Redford, Ernesto Guevara regresa vuelto un 'easy rider' de la izquierda.
por NéSTOR DíAZ DE VILLEGAS, Los Ángeles
 

Robert Redford ha tenido la ocurrencia genial de confundir las imágenes del Che Guevara y del Easy Rider en una emocionante historia, cargada de aventuras.

Ernesto Guevara
Guevara: ¿Sudario para una nueva religión?

La película intenta recrear, para disfrute de los jóvenes espectadores, esos años perdidos en que el argentino recorría el continente en motocicleta. Se trata, sin dudas, de una hagiografía, donde Redford inserta, de manera apenas velada, el cuento de la batalla interior que lo ha llevado ahora a la confesión pública de sus amores perros. En fin, lo que en Hollywood se llamaría una obra "inspiracional".

La están echando en un cine cerca de usted.

Aclaro: la historia del Che en motocicleta tiene que ver sólo tangencialmente con Cuba, y esto porque lo cubano ha sido, de una manera u otra, traducido e interpretado por lo porteño. Veamos cómo.

El lenguaje de Martí, que no se entregó inmediatamente, ni aún en su sencillez, a los lectores comunes ("Hay que leer mucho a este singularísimo artista para acostumbrarse a su fuego", admitía Díaz Plaja), se hizo comprensible primero en la Argentina, con sus artículos de La Nación. Es a través de la Argentina que el dialecto literario martiano se convierte en lengua franca, pues Martí era admirado, sin ser entendido, entre nosotros. ¿Cuántas veces no hemos dicho lo mismo de otros cubanos?

Muchos años después ocurrirá un fenómeno similar con Virgilio y Lezama. Virgilio encuentra lectores en Losada y publica allí su obra cumbre. Lezama es traducido por un porteño, el inefable Julio Cortázar, que lo inserta en el canon de las rarezas estilísticas y lo hace legible.

Borges, en su estimado del fidelismo es, quizás, el último representante de una "virtú" letrada que ya venía dando muestras de amañamiento en la generación que lo sucedió. La parábola del traidor y del héroe la explican Borges y Sábato —tanto mejor que el cuento famoso— con sus propias vidas: el mundo considera al idiota savant del Informe sobre ciegos, que llamó a Guevara "El Admirado", un dechado de cordura política; y a Borges, encarnación del error y reaccionario.

¡Oh, las lecturas argentinas de lo cubano! El Che Guevara no es más que otro lector —otro intérprete— de lo cubano. El Che leyó lo cubano como "fuerza", en el sentido dinámico; como "estado", en su capacidad de médico; como enfermedad del significado, como hipertrofia de lo americano. Lo vio claro en su primer paciente, en casa de María Antonia, en ese Egipto que ha sido México para nosotros. Allí constató el estado mórbido ideal de lo cubano; el desarreglo idóneo para las grandes ocasiones.

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