¿Por qué tenía o tiene (en tanto la perenne reproducción de la foto original) las manos detrás, a la espalda? En principio puede tomarse como un gesto de dignidad, altivez o sobriedad. Quizá la alegría o la ira contenidas. Gesto convencional. Pose común y corriente. Pero otro gesto, con la perspectiva del tiempo histórico, puede darnos la clave inicial. El gesto desacralizador. Ese gesto, implicado en la sus(pers)picacia popular, pretende que esas manos a la espalda esconden algo. Desde hace años, vox populi dice que era una botella de ginebra.
La elucidación que propone el chiste no es una simpleza, aunque lo parezca a primera vista. Es una lectura de lo no visible generada a partir de un espectro de probabilidades, de posibles respuestas. La mojigatería solemne de una visión politizada y mesiánica sobre el personaje o la figura del héroe, pueden calificar esa lectura como algo denigrante o irrespetuoso.
La proposición de esa probabilidad (la botella de ginebra) es, sin dudas, irreverente (y puede que irrelevante). La irreverencia tiene una relación estrecha con el hecho de disentir de una idea o visión establecida (canonizada por un poder sistémico, por tanto maniquea o castrada). La irreverencia (el revertir) y el disentir son sanos y saludables, sirven para ventilar el imaginario social.
Esa visión nueva o distinta (la que revierte y disiente) intuye las contradicciones, la vida cotidiana y los claroscuros del hombre devenido héroe, devenido mito, devenido escultura. Para esa visión no es suficiente el volumen y las aristas del busto o la estatua. Porque precedentes a las manos que crearon el volumen en mármol, bronce o yeso, siempre hay otras manos interesadas en esconder o escamotear ciertas dimensiones, en hacerlas invisibles. Algunas manos pueden mostrar(se), otras esconder(se).
La intuición irreverente, desacralizadora y disidente, busca la gota de veneno en la transparencia de la copa ofrecida, la quinta pata del gato. Ello, para sentir de cerca al mito y luego poder convivir con él. Entonces el héroe deja de ser una superficie bidimensional, un pedazo de mármol o bronce sobre un pedestal, una oración (oral o escrita) enardecida y simplificadora para la convocatoria desde el poder. Siempre hay algo detrás de todo. Así, se conectan la disidencia profiláctica del chiste-lectura y la ambigüedad-perversidad esenciales del arte, que la postmodernidad ha situado en planos similares al subvertir las fronteras entre la alta y baja cultura.
Si siempre hay algo por detrás, hay también una historia posible. La irreverencia-disidencia tiene como operatoria el proceso de subversión-perversión. Dentro de esa operatoria está el mecanismo de la actualización. Por ejemplo: el héroe resurrecto es paseado a lo largo de todo el país por la oficialidad del gobierno. A cada paso del camino encuentra siglas y más siglas (PCC, CDR, FMC, UJC…). Pregunta con insistencia y con orgullo revolucionario le responden y le dan explicaciones de fondo.
Todo concluye, como es de esperar, en la plaza donde está su propio monumento, con vítores y discursos. Al llegarle su turno para hablar, el héroe dice una primera palabra de manera precisa y vibrante: P.I.N.G.A. La tribuna y el público quedan en vilo. Después de la pausa típica del orador para pasar la vista por su público, el asombro de los rostros lo obliga a explicarse: Pueblo Internacionalista, Nuestra Generación Avanza.
La actualización es el resumen y el súmmun de la operatoria desacralizadora. El chiste citado actualiza al héroe resucitándolo, en su afán de verlo vivo para oír qué diría del ahora. Una operatoria reactiva a la del poder sistémico sacralizador. Dentro del chiste, el héroe se actualiza a sí mismo por medio del conocimiento de ciertas estructuras epocales (la radiante y alineada sociedad civil cubana) y las aplica, en tanto código lingüístico que ha visto reiterado a cada paso.
"El tipo la agarró en el aire", diría cualquier cubano sentado en un parque a media tarde. La resurrección es aprovechada para hacer una crítica lingüística (burlona) del entorno social y político. Nadie lo dijo, lo dijo él. Por su parte, el héroe no actúa con ingenuidad, simplemente aplica una estructura y se actualiza él mismo. Si hay algún margen para la ingenuidad dentro del chiste no es más que el recurso de la ambigüedad, justamente para promover la crítica desacralizadora y perversa no sólo de lo mítico del héroe, sino también de la actualidad misma. |