www.cubaencuentro.com Jueves, 13 de noviembre de 2003

 
  Parte 2/2
 
Salitre en el corazón
El periodista venezolano Rafael Osío Cabrices recoge en un libro los testimonios de ocho cubanos que cuentan cómo sobreviven bajo el régimen de Castro.
por YAMILA RODRíGUEZ EDUARTE, Caracas
 

Son relatos comunes, que no asombran a ningún cubano. Sin embargo, resultan valiosos por la carga dramática que reviste la cotidianeidad en la Isla. Rafael Osío reconoce que en el libro no hay revelaciones explosivas. "No es más que la descripción de la vida de todos los días, lo que allá debe hacer una persona para alimentarse, vestirse, mantener una familia, progresar, divertirse, aprender o enamorarse". "Las tareas vitales que emprende cualquiera, pero que en un régimen como el que maneja esa nación desde 1959, pueden convertirse en epopeyas, en trabajo de héroes".

Siete de estos reportajes fueron publicados en el diario El Nacional, entre marzo y abril de 2001. Dos años después, para la edición de Salitre en el corazón, el autor recogió un último testimonio, donde se relatan las experiencias de una exiliada cubana en Venezuela, la cual escapó de una revolución en ruinas, para encontrase con otra que trataba de nacer.

Como era de esperar, la aparición de los reportajes en El Nacional provocó la ira desmesurada de la embajada cubana en Caracas. Valga aclarar que el embajador Germán Sánchez Otero es uno de los más cercanos colaboradores del presidente venezolano, Hugo Chávez. La prepotencia que derrocha el diplomático isleño y su pasión por entrometerse en los asuntos venezolanos le han ganado el repudio de la mayoría de los que viven aquí.

El comportamiento de Sánchez Otero es similar al de un procónsul, que trata con arrogancia a los súbditos de la colonia revolucionaria que se ha agenciado el gobierno cubano en los últimos años. Los excesos cometidos en la manifestación de repudio frente a la embajada de La Habana, el 12 de abril de 2002, cuando Chávez fue desalojado temporalmente del poder, demostraron que con los vientos que había sembrado el embajador de Castro, no podía recoger sino tempestades.

Pocos días después de la publicación de los reportajes, el encargado de prensa de la sede diplomática cubana envió una carta insultante a El Nacional, que fue publicada, de manera íntegra, por ese medio escrito. La misiva decía: "los cubanos fuimos ofendidos con alevosía por el reportaje de marras. Pero no podemos generalizar un acto absolutamente individual. Eso debe aprender su autor, quien pluralizó sus magras experiencias con un grupo selecto de quienes disienten de aspectos de nuestro sistema, o con la lacra de nuestra sociedad, por la que mostró predilección".

En la extensa carta, la embajada se quejaba de que no se hubiera consultado a cubanos estudiosos y trabajadores, "en quienes se sustenta toda la gloria de una revolución, que por 42 años ha resistido agresiones, invasión mercenaria, amenazas y peligro real de ataque nuclear; guerras sucias, atentados terroristas, sabotajes, subversión de todo tipo y un criminal bloqueo".

Es bueno decir que el periodista venezolano no entrevistó a ningún disidente, ni hurgó en temas políticos, sólo dejó que la gente hablara de sus angustias cotidianas. Pero en Cuba todas las conversaciones conducen a Fidel Castro; e inevitablemente su figura sale a relucir, aun en los encuentros más triviales.

"¿Será que el reportero pretendió hacerle su aporte anticubano al gigante y dar su contribución a la prolongación del bloqueo contra la Isla?", concluía el escrito.

Si estos trabajos hubiesen sido publicados en otro país, donde Cuba fuera considerada un anacronismo, quizás no se habría armado tanto revuelo. Pero en Venezuela, el régimen cubano es una presencia real y amenazante. Hasta el momento, la embajada castrista no ha hecho ningún comentario sobre la reciente aparición del volumen Salitre en el corazón. A lo mejor agotaron todos los insultos cuando salió la serie de reportajes, que dio pie al libro.

A los jóvenes venezolanos les sería muy útil leer estas historias. Son una advertencia de lo que podría pasarles si en su país se llegara a consolidar un régimen como el cubano. Se convertirían en gente "sin nombre", como los protagonistas de este libro.

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