www.cubaencuentro.com Lunes, 21 de junio de 2004

 
   
 
Ibrahim Ferrer: la vida musical que comenzó después de los 70 años
 

AFP/ La Habana. El cantante Ibrahim Ferrer, que inició esta semana una gira por cuatro países latinoamericanos, comenzó adolescente en el mundo musical, actuó con figuras cimeras de su país, pero tuvo que esperar siete décadas para acceder a la fama y al bolero, el género de su preferencia.

Nacido el 20 de febrero de 1927 en Santiago de Cuba, este hombre de 77 años, delgado y fibroso, de voz suave y modales gentiles, parece predestinado al arte musical.

Según se cuenta, su madre comenzó a sentir los dolores de parto en un salón de baile, premonición que se completó con un desarrollo en un ambiente familiar y local dominado por la música.

A los 12 años de edad, su madre murió, y Ferrer tuvo que ganarse la vida vendiendo dulces y palomitas de maíz en las calles. No obstante, un año después integró su primer grupo musical, Los jóvenes del son, para amenizar pequeñas fiestas de barrio.

Por la ruta musical emprendida, Ferrer comenzó a cantar con varios conjuntos locales de Santiago de Cuba: Sorpresa, Wilson y Maravilla de Beltrán, este último bajo la dirección de una importante figura musical en ascenso, Pacho Alonso (1928-1982).

En 1955, durante una década de oro para la música cubana, obtiene su primer éxito con el disco El platanal de Bartolo, como parte de la orquesta de Chepin-Choven, dirigida por el maestro Electo Rosell (Chepin), el más importante músico de la región oriental en esos momentos.

Pero la suerte le jugó una mala pasada a Ferrer: su nombre no apareció entre los créditos del disco y el éxito pasó anónimo.

"Me habría emocionado si mi nombre se hubiera conocido", dijo años después a la prensa, "pero eso nunca ocurrió. Por lo menos tengo la satisfacción de saber que la canción se hizo popular", agregó.

En 1957 Ferrer se mudó a La Habana, donde trabajó con la Orquesta Ritmo Oriental, que dirigía Benny Moré (1919-63), para después volver con Pacho Alonso, a la sazón radicado también en La Habana con un nuevo grupo, Los Bocucos.

En esas agrupaciones Ferrer fue intérprete de guarachas, sones y otros ritmos bailables, pero los respectivos directivos de las orquestas le negaron el acceso al bolero. "Siempre me dijeron que no era bueno para eso", recordó.

"Con Benny Moré y Pacho Alonso, yo siento que estaba haciendo algo importante, pero siempre estuve a la sombra. Sentía que el público me quería, pero mis compañeros no", agregó.

Después de la muerte de Alonso, en 1982, Los Bocucos pierden popularidad sin su gran figura, no obstante Ferrer, un tanto desilusionado con la música, permanece en la agrupación hasta su jubilación en 1991.

Desde esa fecha, y con Cuba en medio de la fuerte crisis económica que devaluó en la práctica su jubilación, Ferrer se gana la vida limpiando zapatos, hasta que un día de 1997, la suerte toca a su puerta de manos del músico cubano Juan de Marcos González.

De Marcos había iniciado junto al norteamericano Ry Cooder el proyecto discográfico Buena Vista Social Club, que unió a varios veteranos, y alcanzó un Grammy y la fama a partir de una película homónima del alemán Wim Wender.

Cooder pidió una voz más suave para los boleros, y De Marcos se acordó del olvidado Ferrer, quien renació para la música a los 70 años, y esta vez bajo la estrella de la fortuna.

Además del álbum inicial del Buena Vista Social Club, Cooder patrocinó más tarde Buena Vista Social Club presenta a Ibrahim Ferrer, que lo ubica ya en la fama mundial, sobre todo por el tema Silencio, que canta a dúo con Omara Portuondo.

Tras cantar en los selectos Royal Albert Hall, Sydney Opera House y Orchard Hall, en Tokio este último, acaba de presentar su más reciente álbum, Buenos Hermanos, antes de comenzar este mes una gira por Perú (ya realizada), Brasil, Argentina y Ecuador.

Con su perenne parsimonia y su eterna gorra, Ferrer admite en la actualidad: "recién tengo siete años de nacido".

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