www.cubaencuentro.com Lunes, 18 de agosto de 2003

 
  Parte 1/2
 
San Salvador: Cuando yo la conocí
El autocine Novia del Mediodía es una de las numerosas joyas clásicas de la cultura norteamericana que han sobrevivido a una larga agonía en la Isla.
por JORGE DALTON
 

Los autocinemas tuvieron su auge en la década de los cincuenta, siendo estos uno de los iconos más representativos de la cultura norteamericana. Había surgido un espectáculo sin precedentes que más bien serviría para entretener a esa juventud rebelde y desencantada de la posguerra. Nació también una "cultura adolescente" en que la dureza y la ternura se conjugaba en un sólo personaje, interpretado por James Dean y Marlon Brando. Para una joven de 15 ó 17 años, ir con su novio al autocinema era el sueño hecho realidad bajo las estrellas. No sólo significaba dar el primer beso en un flamante carro convertible, sino que se hacía frente a una inmensa pantalla de 70 mm en un derroche de pasión y technicolor.

Fotograma de Casablanca
Fotograma de 'Casablanca': suspendido en el recuerdo.

Los héroes juveniles de los prósperos y cambiantes años cincuenta desfilaban delante del parabrisas. Modelos de autos convertibles como el Pontiac, año 1956, y el Mercury "Sun Valley", año 1954, eran ideales para ir a presenciar el cine de una manera distinta y cómoda. No había que hacer el más mínimo esfuerzo, pues las palomitas de maíz, las sodas, helados, hamburguesas y sándwich, eran ofrecidos en la misma puerta de tu auto. Los autocinemas eran maravillosos, pero al mismo tiempo propiciaron la obesidad y la huevonería, otras de las características más notables de la cultura norteamericana.

Fue precisamente en esa década, que La Habana sufrió una acelerada transformación y se convirtió en el gran experimento de esa cultura, la cual sobrevive hasta nuestros días, independientemente de los más de 40 años de "revolución socialista". Fue en esos años, que los aires europeos comenzaron a desaparecer y se dio rienda suelta a la "modernización". Lugares como El Vedado, Altahabana, el Casino Deportivo, por nombrar sólo algunos barrios residenciales, se construyeron en el mejor estilo arquitectónico norteamericano.

Tengo entendido que en algunos de esos barrios, no sé si en Altahabana, existió un autocinema, pero el de mayor renombre se llamó Autocine Novia del Mediodía. Nunca podré olvidar la noche cuando la conocí, en 1972. Yo cursaba el quinto grado de primaria en el internado Hermanos Montalvo, una escuela que quedaba en casa del carajo, entre los pueblos de Caimito y Guayabal, creo que a unos 45 kilómetros de la capital.

Para ir a esa beca, tenía que emprender un largo recorrido todos los domingos. Nunca fui solo, lo hacía con mi hermano Juan José, que cursaba el sexto grado. Pero antes de partir, pasábamos por el solar de la calle 9 y H, donde vivían Rigoberto y Botella, los dos estudiaban en la misma escuela. Estos dos negros siempre lucían impecables, entalcados, olorosos y con las botas bolúas lustradas como espejos. La ropa brillaba también, con las camisas y pantalones almidonados por su madre, que era una incansable lavandera.

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