www.cubaencuentro.com Lunes, 28 de marzo de 2005

 
  Parte 1/4
 
Benítez Red: 'Tómate tu tiempo'
por MANUEL PEREIRA, México D.F.
 

Ha muerto mi maestro en periodismo, Antonio Benítez Rojo, a quien yo llamaba Benítez Red porque a él le gustaba todo lo americano. "Tómate tu tiempo", me dijo hace 35 años, en 1969, cuando nos conocimos. Yo tenía por entonces 21 octubres y quería ser periodista. Iba todos los días a la revista Cuba Internacional, que estaba en Reina y Lealtad, obsesionado con publicar algo en sus páginas. Yo no había estudiado la carrera, ni siquiera había terminado el preuniversitario, apenas tenía experiencia en el oficio, pero algo me decía que mi auténtica vocación era el periodismo. Al principio me dieron muchas largas, pero yo insistí con tanta tenacidad que finalmente el director le pidió al jefe de Redacción que se ocupara de mí.

A. B. Rojo
Benítez Red.

El director era un uruguayo de apellido Bermejo a quien apodaban "el Pierna". El jefe de Redacción era Antonio Benítez Rojo y me preguntó qué sabía hacer. Yo andaba siempre con una mochilita llena de poemas inconclusos, dibujos, pinceles… De allí saqué un par de poemas, una reseña literaria sobre El Principitoy un artículo sobre ciencia ficción que había publicado en El Caimán Barbudo. Yo estudiaba artes plásticas en San Alejandro y leía una y otra vez a Góngora sin comprenderlo. Le dije que estaba escogiendo entre ser poeta o pintor. Benítez sonrió compasivo viendo mis pinceles, mis poemas, y el libro de Góngora que siempre llevaba bajo el brazo. Me dijo: "busca un tema y escribe un reportaje".

¿Un tema? Yo pensaba que era él quien asignaba los temas. Me abrumaba la perspectiva de tener que buscar un tema. Salí de la revista arrastrando los pies. ¿Dónde iba a encontrar un tema en aquel final de los sesenta, en esa época tan gris y uniformizada? Los pocos temas permitidos por el pensamiento oficial estaban trillados. Todo el mundo escribía sobre los mismos lugares comunes: la zafra azucarera, la industria láctea, las escuelas en el campo o al campo, la "inquebrantable amistad" entre Cuba y la URSS, la muerte del Che Guevara… Yo quería estrenarme en la revista con algo inusitado, aspiraba a escribir un texto que fuera original y, a la vez, lo menos politizado posible.

'Chinatown'

En la esquina de la revista había una parada. De una guagua humeante y trepidante bajó un torrente humano en el que me vi atrapado sin querer. Como iba tan pensativo, tropecé con un chino que acababa de bajarse de la ruta 14. Sin saber por qué, me dio por seguirlo. El asiático subió por la calle Campanario y se adentró en el Barrio Chino, cercano al edificio de la revista. Yo iba detrás de él, como un sonámbulo, casi pisándole los talones. De pronto el chino entró en el "Águila de Oro", un cine cuya marquesina imitaba el tejado voladizo de una pagoda. Le extendí un peso a la taquillera. La mulata me miró desconfiada: "usted no puede entrar aquí, este cine es sólo para chinos, aquí todas las películas están habladas en chino y sin traducción", me explicó. Se me ocurrió enseñarle brevemente el libro que yo siempre llevaba bajo el brazo, ya manchado de sobaquina: Las Soledades, de Góngora. "Soy alumno de la Escuela de Idiomas —mentí—, estudio chino y vengo a practicar oyendo las películas".

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