www.cubaencuentro.com Lunes, 28 de marzo de 2005

 
   
 
La Habana: Los 75 de marzo
A dos años de la ola represiva de 2003, cuando fueron detenidos y condenados a largas penas de prisión opositores, periodistas independientes, economistas, bibliotecarios…
por MIRIAM LEIVA
 

Extenuada llegó a Villa Marista esa mañana. La pesadilla había comenzado la tarde anterior. Autos de la Policía y la Seguridad del Estado cerraron la cuadra. Agentes de civil se precipitaron hacia el minúsculo y humilde hogar. Tocaron a la puerta y mostraron un papel de dudosa credibilidad para justificar el registro. Al entrar, desconectaron el teléfono.

Policia
Traslado de Oscar Espinosa Chepe a los tribunales.

Apenas se podía caminar; unos nueve hombres lo revolvían todo. El esposo estaba junto a ellos, así como los dos "testigos" de la vecindad. Ella debía permanecer lejos de él, sentada. No podían hablarse. Durante las diez horas transcurridas debió pedir permiso para ir al baño o tomar agua.

Se llevaron papeles cuyo contenido era muy conocido, libros leídos en cualquier parte del mundo, una máquina de escribir vieja, un fax comprado a una empresa del gobierno, una computadora que nunca estuvo escondida, quizás algún dinero ahorrado durante años. Por fin, secuestraron a su compañero de tantos años… lo mantendrían de rehén.

Desorientada, nerviosa, como si le hubieran arrancado el alma, sentía un dolor profundo, indescriptible. Ese dolor nada físico, que no se calma con aspirina ni inyecciones. Tenía la mente muy clara, porque se resistía a tomar sedantes. Eso había que vivirlo… padecerlo a plenitud para recordar bien, para reaccionar adecuadamente. Tilo, pasiflora, manzanilla… ayudaban algo.

Se detuvo ante la verja. Al final del amplio jardín vio una vetusta casa de dos plantas y a un guardia delante de la puerta. Nunca antes pensó cómo sería ese lugar. Una vez caminó frente a Villa, pero no meditó sobre lo que sucedía en el Cuartel General de la Seguridad del Estado, Policía Política… Villa Marista.

Después que le inspeccionaron la cartera pudo acceder al recibidor, donde un "carpeta" la miró con cara hosca. Ella dijo el nombre del esposo. Sonó extraño escucharlo en ese lugar y en su propia voz. Le traía el "aseo": jabón, pasta de dientes, cepillo, peine, una toalla y algo más. Casi no entendió, no escuchó al uniformado que le ordenaba sentarse en uno de los dos salones situados a cada lado.

Muchas personas estaban allí. Unas tenían caras contraídas, otras ya parecían acostumbradas a esperar o estaban resignadas. Una mujer con rostro demacrado y ojos desencajados la miró. Se preguntaron por qué estaban allí. No se conocían, pero habían visto lo mismo. Después encontrarían a otras y otras. Aún no habían salido del asombro… tantos agentes en la calle y dentro del hogar; todo eso para humillar a un hombre tan pacífico.

Se contaron que los vecinos, con terror, comentaban en voz baja. Muchos escondieron sus productos, y por un tiempo, disminuyó la "bolsa negra", con la que procuran "sobrevivir".

A su alrededor, los demás escuchaban intrigados. Su talante era distinto. La mayoría ya había venido anteriormente. Ellas les preguntaron el motivo de su presencia allí. Dijeron que los suyos habían sido detenidos durante la "ofensiva contra la droga", lanzada antes.

La atmósfera de miedo volvía a ahogar. Demasiado habían proliferado los periodistas, economistas y bibliotecarios independientes, así como los defensores de derechos humanos.

La oposición se había lanzado por primera vez a hablar discretamente en las calles con la población, a explicarle en qué consistía el Proyecto Varela, para solicitar un referendo. Las miles de firmas acumuladas aseguraban miles más. Era necesario un escarmiento hasta para los altos funcionarios del Gobierno. Se aprovechó la guerra de Irak para lanzar la asonada represiva de marzo de 2003. En tres días llevó a prisión a 74 hombres y una mujer.

Todavía ella no se percataba de todo eso. Aún este día, se preguntaba el motivo de tanto ensañamiento… pensar que era sólo el comienzo.

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