www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 2/4
 
Alina Brouwer: 'Toquetear' el piano
Horas antes de su concierto en el Teatro Obstáculo de Miami.
por ELISEO ALBERTO, México D.F.
 

¿Cómo resuelves en tu música, en tu obra, las eternas dualidades de nacionalismo-universalidad, tradición-modernidad, continuidad-ruptura?

En concierto

¿Te digo? En verdad, trato de no resolver muchas cosas. ¿Para qué la respuesta si es mejor la duda? Las dualidades no me las planteo como contrapartes. Prefiero que el proceso creativo fluya. En realidad nunca me ha preocupado el debate alrededor de estos temas, eso lo dejo para los investigadores y los diletantes.

Tu público ideal ¿sería de compatriotas o de contemporáneos?

El hacer música es muy gratificante, y si consigues conectarte con "tu gente" se logra el conjuro: ahí el espectador-escucha juega un papel protagónico. Yo diría que naturalmente es una gratificación instantánea la conexión directa con mi público natural (el cubano); sin embargo, me escudo tras la premisa de que la música es un lenguaje universal. La complicidad artista-público puede ser más directa en algunos géneros.

En el caso de mis contemporáneos, el fenómeno es parecido. Como eterna aprendiza, pretendo cantar, tocar y componer como si fuera una ancianita, transmitir madurez en lo que hago. La música (como la belleza) tiene su propia fuerza, su magia. No hay edades ni nacionalismos para el disfrute de la vida y, con ella, de la música.

La música es otro "idioma": ¿Para Alina Brouwer también es otra patria?

La música es la confluencia de impulsos de amor, expresión, actividad, movimiento y misterio: verbo, danza y ritmo. Las emociones adoptan su expresión de forma natural. La pura emoción, sin obligada conexión con un pensamiento determinado, halla una exteriorización adecuada en los ritmos, su perfecta encarnación musical. Entre todas las artes, la música es la única que expresa el elemento esencial de la fusión. Cuando "lo emocionante" necesita del lenguaje oral para manifestarse, surge la poesía.

La música es una posesión común, un don que nadie podría atesorar para uso exclusivo. Yo me considero una ciudadana universal. Mi música es para consumo de mi barrio, que es el planeta tierra —este planeta en el que vivo, sueño y me enamoro. El planeta es mi patria. No olvides que la entrecomillada "patria" ha sido tan maltratada con tantos y tan diversos fines que hoy está sujeta a revisionismo crítico. Para mí, la música no es "otra patria".

Cuba y los cubanos estamos partidos en dos mitades. ¿La música también?

No creo. Cierto que geográfica y políticamente estamos divididos, y hasta los músicos están divididos —entre otras debilidades porque algunos no respetan los derechos de los demás. La música es una… linda, fea, buena, mala, seria, popular, clásica, contemporánea, de masas, elitista, para bailar, para escuchar, para enamorar, para odiar. Todo mezclado.

Muchos compatriotas debaten este tema con pasión. Hablan de cubanidad, se preguntan dónde se esconde, quién la tiene, quién la merece… Se disputan el monopolio de la nación.

En la Isla, algunos dicen que "los de afuera" no hacemos música tan cubana como ellos. La permanencia en el territorio insular parecería darles alguna ventaja. Tienen derecho a opinar. Yo también: creo que todos los cubanos, donde quiera que estemos, seguimos plantados en la tierrita, en esa islita linda y jodida. No, Eliseo. La música no sabe de geografía ni de política. Mucho menos de políticos que intenten dividirla desde el poder.

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