www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 3/4
 
Alina Brouwer: 'Toquetear' el piano
Horas antes de su concierto en el Teatro Obstáculo de Miami.
por ELISEO ALBERTO, México D.F.
 

¿Te sientes parte, o miembro, de una generación?

No sé. Tal vez sea importante sentirnos parte de algo, ¿no? Hoy los músicos nos enlatamos dentro de géneros (im)precisos. Siempre han existido claras y notables generaciones de escritores, de pintores y claro, también de músicos… Supongo que soy, inevitablemente, parte de la generación que nació en la Cuba de Fidel Castro, que ha crecido y nos hemos partido el lomo en la Isla. En mi caso (me considero libre por definición y por destierro), pertenezco a esa pandilla que ha extendido el muro del malecón hasta Madrid (para decirlo con palabras de un periodista español).

De haberme quedado en Cuba, estuviera grabando "grandes discos" con "grandes colaboradores" y quizás recibiría premios y hasta podría tocar en el Teatro Olimpia de París o en el Carnegie Hall de Nueva York o en el Amadeo Roldán de La Habana… Pero antes debería asistir a actos de reafirmación revolucionaria… y la sola idea me abruma. Todo tiene su precio. O su costo.

Háblame de tus preferencias musicales. Modelos. Ídolos

Disfruto la música por épocas. Depende de mi estado de ánimo. Hay temporadas en que no escucho nada ni a nadie. Necesito distancia, un exilio interior, por llamarle de alguna manera. Luego me pasa lo contrario y entonces necesito saber y oír todo lo que sucede a mi alrededor, en todos los cinco sentidos. Así, me intereso en el rapero que está "en el bombo", averiguo quién dio "el último grito" en el canto operático o cuál es el "nuevo descubrimiento" que las compañías discográficas han hecho en el world music.

Modelos tengo algunos; ídolos, no. Mis modelos serían esos compositores, músicos o instrumentistas que, al escucharlos, me dejan sin respiración, que me provocan llorar y reír. Los conciertos de Brandenburgo de Bach, por ejemplo, o Stravinsky, Debussy, Villalobos, Ginastera. En estos días, he estado escuchando viejas grabaciones de tu tío Felipe Dulzaides, y a él —de alguna manera— dedicaré mi concierto del viernes en el Teatro Obstáculo.

Más cercanos en el tiempo, reconozco el magisterio y majestuosidad de instrumentistas y músicos que invariablemente me mueven muchísimo las entrañas, desde el corazón hasta las tripas. Miles Davis, en el jazz, es uno de ellos, y Claus Ogerman, un arreglista y orquestador de miedo. En lo popular, la cumbia me transforma. Ni siquiera intento defenderme de su arrasadora influencia. Me encanta su ritmo y su cadencia musical. Las letras, por sencillas que sean, se sustentan en un castellano refinadísimo. Los colombianos hablan, y por tanto cantan, un español delicioso.

Sin duda, eres una heredera. Tu sangre no te deja mentir. Háblame de tu familia, los Brouwer, los Lecuona, los Guerra…

Ser heredero de algo o de alguien resulta un peso tremendo. Puede ser por igual una bendición o una maldición. Por el lado grato del asunto, me enorgullece la inmensa fortuna de tener un ejército de parientes ilustres. Ellos brillaron y siguen brillando con luz propia. Ellos han marcado pautas y tendencias. Por el lado complejo del tema, reconozco que el hecho de ser heredera no me deja espacio para la mediocridad. La gente que me escucha, busca las piedras sobre las que he montado mi templo, y cuestionan las bases de mi propia y personalísima "arquitectura musical".

Mi familia, tanto la paterna como la materna, la forman pilares de la cultura de Cuba, por no decir ya del mundo. Me refiero a Ernesto Lecuona y a mi padre, Leo Brouwer. Más allá de ellos están, por ejemplo, mi abuela (paterna) Mercedes. Falleció muy joven y tal vez por eso, seguramente por eso, quedó un tanto en el olvido. Siempre se habla de Rita Montaner o de Esther Borja… Mi abuela Mercy tocaba varios instrumentos y cantaba en las orquestas de Ernesto Lecuona y Ensueño, que era una agrupación de puras mujeres.

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