Presentación  
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Presentación  
 
 

El caudal ahora turbio y amarillento desbordaba a la luna llena del quinto mes cuando la estrella roja se posaba sobre la oreja de Anubis. Hasta entonces tenía horas y penumbra para mezclar los polvos y tintes e imaginar aquella pared encomendada. Iba a trazar mi rostro de niño con los efluvios del cauce, flotando casi, en las mareas crecientes. Cuando al bajar por el otro mar purpurado y de azules palmeras a recoger los dátiles me susurraste que al sur y al norte existían islas de oro, no imaginé que fueran los paisajes tan diferentes. Me llevaste lejos en el navío oscuro donde encontramos frutos de savias azucaradas y texturas solares. Supuse que esto habría sobrecogido al Gran Faraón y su consorte. No bostezaron al recibir las ofrendas. De tez negra y brillante habías llegado seguido de heraldos sin yugo. Les encomendaste a los viejos dioses, y no permitiste que escucharan las nuevas herejías. Así les pediste que encontraran el fin del mundo. Pero tal vez fuera un sueño, la fayenza que colgó de sus cuellos, las perlas en los ojos, el reto de cruzar océanos infinitos. Ahora me apresto pues debo incrustar las columnas con estos pensamientos del astro adormilado en su calor de llameantes lenguas. Sin saberlo me ha prestado su nueva anunciación y ungido el rostro con cuerpo de mujer. A la obra.

Isel Rivero

Luna llena en el segundo mes del calendario Gregoriano
Texto dedicado a Justo Luis (Viñales, 1945).