www.cubaencuentro.com Miércoles, 09 de abril de 2003

 
  Parte 5/5
 
Carta a Santa Brígida de Suecia
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Cuando comencé a seguirle los pasos —porque a mí, para qué engañarla, todo lo que sea del 1300 me apasiona— estaba intentando explicarme por qué su Orden acaba de aterrizar en mi paisito, si ya le digo que lo medieval no está aún consolidado. Me lo respondí cuando encontré este detalle de su llegada a Roma y cómo estaba el bailable a esa hora: "...el robo y la violencia hacían estragos, el vicio era cosa normal, las iglesias estaban en ruinas y lo único que interesaba al pueblo era escapar de sus opresores...". Saxofón y clarinete. Al leerlo, entendí más que bien la misión de sus muchachitas, pero no acabo de imaginar cómo hacían los romanos de entonces para arrastrar las balsas hasta Ostia, que es el puerto más cercano. La de Ostias que les dan a los míos si los agarran en eso, y mire que, menos en las cañerías, hay agua en todas partes.

La diferencia estriba en que usted fue canonizada en 1391, y a nosotros nos cañonizaron más tarde. Tardísimo. La hicieron luego Patrona de Suecia, y desde fecha más reciente comparte tutelaje en Europa. Ahora comprendo un poco mejor los motivos de que nos brigiten las hermanas de su Congregación, que acaban de inaugurar en La Habana, a todo trapo —y no de lino— su asentamiento conventual y conveniente. Y hasta invitaron al representante del demonio en el globo, lo agasajaron, lo relajaron, lo ordenaron y lo comendataron merendando con jí jís jíes. La idea de tal mudanza, según una reverenda madre, abadesa ella, llamada Tekla, surgió cuando mencionó al diablo en un desayuno con un arzobispo en México. La de ocurrencias que tendría mi pueblo si llega a desayunar —como Dios manda— aunque sea con el monaguillo de la esquina, o con su abuela. Y así, encomendadas al altísimo, aterrizaron en el cubiquinqui, y las recibió el mismo que tanto les cayó atrás, con sus órdenes, a las demás órdenes.

He visto las fotos, mi Santa, y el intercambio de ternezas y lisonjas. Hasta Comendador hicieron a ese que yo me sé, que ha de ser porque la religiosa supone que el hombrín es un Dador a los que Comen. Ja. Me recordó una obra de Brene llamada El corsario y la abadesa. No sé por qué. Y enseguida pensé en usted, pues sospeché que esas abnegadas monjitas se estaban haciendo las suecas. Debe ser por aquellos clavos, los de mi tío. Y los otros también. Ya el diablo tiene otra Tekla que tocar. Que me agarren confesado.

Revolu y visionariamente
Ramón

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