www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
Parte 4/4
 
Carta a don Agapito Resóplez
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Para qué contarle más, tío colonialista, estoy muy preocupado, rediez. Más allá de toda la trama dibujo-animádica donde le hemos conocido, que enzarza y colorea nuestros méritos nacionales, en esos enfrentamientos con el orientalísimo compay Elpidio Valdés eh, eh, y donde somos, por módica cantidad, durante el tiempo de proyección: los más guapos, los más valientes, los más ingeniosos, los más simpáticos, los más entregados, los más desinteresados, los más humildes, los más fieles, los más ocurrentes, los más animosos, los más incorruptibles, los más heroicos, los más líricos, los más salaos, los más cumbancheros, los más cadenciosos, los más irrefrenables, los más solidarios, los más inflamables, los más disciplinados, los más valerosos, los más impresionantes, los más masivos, los más corajudos, los más irreverentes, los más dotados, los más revencúos, los más iracundos, los más bien hechos, los más revolucionarios, los más cabronazos, los más sabios, los más bichos, los más nocturnales, los más enérgicos, los más gloriosos, los más serenos, los más abiertos, los más insomnes, los más echaos palante, los más jacarandosos, los más dicharacheros, los más aquí le ronca, los más hacendosos, los más pulcros, los más sacarinos, los más salíos del tiesto, los más intransigentes, los más combativos, los más despiertos, los más caballerosos, los más temerarios, los más enojosos, los más higiénicos, los más metódicos, los más puntuales, los más cacarajícaras, los más alcombate, los más paloquesea, los más sobrios, los más lícitos, los más épicos, los más aguájicos, los más nutridos, los más sáblicos, los más tácitos, los más simbólicos, los más obstinados, los más animados de todos los dibujitos, que no creemos ni en el pinto de la paloma, ni que el alambre es lombriz, y hacemos caminar en cuatro patas al majá, nadar cien metros con vallas al sijú platanero y cantar boleros al alacrán, estoy con una preocupación que no la brinca un chino.

Si continúan apareciendo cosas, va y hasta damos con la decencia, o con la libertad, esos vicios perdidos no se sabe en qué parto o en qué zanjón. O sale un buen día Hatuey de un bache, con quemaduras de noveno grado, para no parecer tan ignorante. ¿Y si se apea en plena avenida 23 aquel ensombrerado que se perdió en el mar antes de que subiera la marea y el mal cubriera todo? ¿Y si la perra Laika le cae en la cabeza a un humilde agricultor que acaba de recoger el boniato más grande de América Latina? ¿Y si aterriza Matías Pérez en plena Asamblea Nacional para poner su aporte al globo?

Me asusta lo que pasa. Y más ahora, que sacudimos definitivamente lo hispánico sin pánico, y ganamos la batalla celtíbero a celtíbero, aunque no se haya construido el Metro —que parecía de la Goldwyn Mayer— para seguir desmetrados.

Para rematar los aparecimientos, acaban de hallar bajo los pantanos de Doñana, en gaditana porción peninsular, aquel buque español llamado "Rayo", construido en La Habana en 1749, que participó con mala pata —a pesar de sus cien cañones— en la Batalla de Trafalgar. Lo de la batalla se sabe por los impactos. De su construcción hay testimonios escritos, y del año, porque a pesar de haberse hecho en Cuba no llevaba balseros de Caibarién a bordo.

Yo quería haberle contado más cosas de los muñequitos donde usted sale, y eso, pero de su guión está usted más que enterado. Si le cuento lo que me ha escrito un amigo que intenta rehacer su vida y de paso la meseta de la cocina de su casa, ya imagino lo que dirá, ciento y pico de años después. Lea esto y reflexione sin dejarse provocar: "el fregadero lo compramos en una tienda del Vedado, la válvula de salida del fregadero sólo la había en una tienda de La Habana Vieja, donde no venden ese fregadero, la sifa en otra tienda diferente. Las lozas están en una tienda en La Habana Vieja (ahora no hay), los matajuntas en otra, en Centro Habana, el cemento en Miramar".

Ya le veo el gesto entre de hastío y vino de la Rioja, con el diente iluminando el aire redentor de la manigua, y diciendo, en plena oscuridad del cine habanero: "¡Qué país!". No quiero dejar esta misiva sin advertirle que cambie su conocida amenaza, esa que anuncia lo que le hará a Elpidio y sus muchachos cuando los atrape. Le recomiendo eliminar lo de "los haremos puré de talco", pues son dos términos que han pasado al olvido.

Por eso lo he puesto al día, por si regresa usted alguna vez a capturar alguna mulata de las tropas enemigas para firmar, ante notario, su rendición. Lo que soy yo, jamás veré las frías tibias de Guamá. A la Isla no puede entrar ningún ex mambí que abandonó el salón, y menos los que La Habana considere realizan alguna actividad "repugnante o dañina" contra "los intereses del país".

Y a lo mejor yo, contándole lo que le he contado al contado, estoy entre esos insectos que se come de noche el almiquí.

Muy comic y desdibujado,

Ramón

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