www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
Parte 3/4
 
Carta a Eduardo Faciolo Alba
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Y mira qué casualidad: tenías los papeles en Regla, el ultramarino pueblo donde habías nacido el 7 de febrero de 1829. Claro que tu ultramarino y natalicio sitio siempre ha tenido fama de acunar revolicos sociales, que en el lenguaje de hoy se conoce como "lucha obrera", lo que demuestra que cada Regla tiene su excepción. Y aunque no viene al caso, hay una variante de esa "lucha obrera", más musical y mexicana. Se llama Lucha Villa y también ha de tener su Regla. Y ya me he vuelto a marchar por los descampados de la sinrazón. Qué día me espera.

Y pensar que todo fue casi producto de la casualidad, en la que también se vio mezclado —para fatalidad tuya— el germen del sociolismo. La juntera lo es todo, amigo tipo y gráfico. En un deforme informe sobre lo que te llevó a ponerte la butuba en el pico del aura he encontrado estos datos: "En los momentos tan trascendentales que se vivían en Cuba por aquella época, mucho pesaron en el joven Facciolo las relaciones que mantuvo con la familia de origen norteamericano, Trasher, la que poseía una panadería en Regla donde él asistía con frecuencia y donde se discutían temas políticos". Fuego, bomberos. Ya había sucedido el cataclismo de la "Conspiración de la Escalera", y el ambiente estaba muy caldeado.

A pesar del cocinado, no se hacía nada por parar la trata negrera, como si los gallegos de aquel gobierno colonial —más o menos totalitario, como he dicho— estuvieran sembrando a largo plazo —con muy Buenavista Social— la semillita del turismo sexual que luego recogerían siglo y medio después. Y eso, aunque ahora no se note tanto, ponía las bujías a mil a las fuerzas vivas.

Entonces pasó lo que pasó. Desde Nueva York, Gaspar Betancourt Cisnero, El Lugareño, comenzó a echarle keroseno al colchón con su periodiquito anexionista La verdad. Y los de adentro, con la guata incendiada, a ponerse a revolver los muelles. Y con esos truenos y tu color blanco y rizado, se te ocurrió trabar mucha, muchísima, trabadísima amistad con uno de los hijos del gringo panadero, nada más y nada menos que un tal míster John Trasher, miembro, entre otras membreses y membresías del Club de La Habana, es decir, la mata del anexionismo puro y duro. Y ese rubicundo norteño nacido en Portland iba a dirigir, nada más y nada menos, el periódico El Faro Industrial de La Habana, del que habías llegado, vía tipográfica y talentosa, a ser regente, que es como se le decía entonces, en el argot sindical y empresarial, al encargado o administrador.

Tenías el garrote vil a tiro, al cantío de un gallo. Estabas a un tin de cambiar de modelo de corbata. Porque, de toda esa juntera, que se puede resumir con velocidad cinematográfica de: "estoybuscandocómoponerlemaloeldaoalosgallegosestos" a la ocurrencia del interpelado: "coñ otengosunsocitoimpresordebuenapresenciayorigenhumildequeseponeparalascosas" , nació la clara idea que te complicó la existencia. Eso no se queda ahí, porque siempre se confirma si se puede contar contigo y la bola pica y se extiende de esta guisa: "¿peroeltipoeshombreatodo?", y la respuesta a soto voce: "claroquesíesdeReglayesunabestiaimprimiendo", y ya en la precisión tipográfica "asíleserruchamoselpisoaestosgallegoscabronesconunperiodiquito" .

1. Inicio
2. Y ahí no pararía...
3. Y mira qué casualidad...
4. Y otra vuelta de tuerca...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Carta a Sergio 'Pipián' Martínez
RFL, Barcelona
Carta a Estée Lauder
Carta a Carlos Baliño (II)
Carta a Carlos Baliño (I)
Carta a Antonio Machín
Turismo a puertas cerradas
ENRISCO, Nueva Jersey
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir