www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
  Parte 2/4
 
Aislacionismo y amenaza nuclear
La reticencia norteamericana a trabajar en proyectos y pactos de colaboración internacional tiene en permanente jaque la seguridad nuclear del planeta.
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Ocurrió la noche del 22 de agosto de 2002. En una operación combinada —donde participaron varios helicópteros, 1.200 soldados serbios completamente equipados, numerosos francotiradores, una considerable fuerza policial que bloqueó decenas de calles y carreteras, tres camiones (dos usados para engañar a los posibles secuestradores) y diversos observadores internacionales—Estados Unidos logró el traslado, de Serbia a Rusia, de unas cien libras de uranio enriquecido.

Por más de una década el uranio permaneció en el Instituto Vinca de Ciencias Nucleares de Belgrado. El material se encontraba en contenedores que hacían fácil su transporte. Durante ese tiempo estuvo protegido apenas por una alambrada y unos pocos guardias mal adiestrados y peor equipados, que tenían sólo armas cortas. La instalación se encontraba en tal grado de deterioro, que los participantes en la misión encontraron ratas muertas en el tanque de agua del reactor.

Por más de dos lustros —es decir, bajo los gobiernos de George Bush, Bill Clinton y George W. Bush— el uranio enriquecido permaneció en un país en guerra, cuya minoría fundamentalista albanesa tiene vínculos con la red terrorista Al Qaida de Osama bin Laden. Fue algo así como dejar varias cajas de cartuchos de dinamita junto a un derrame de gasolina, con varias antorchas encendidas en el medio, y esperar simplemente a que el viento apagara las llamas, el combustible se evaporara o un aguacero providencial inutilizara los cartuchos.

Casi once años sin llevar a cabo todos los esfuerzos posibles para retirar al menos los explosivos, para continuar con la alegoría. Existen informes de inteligencia de que, durante el régimen de Slobodan Milosevic, hubo intentos por parte de Sadam Husein y Bin Laden de obtener el material. Si hubiera sido comprado o robado por los terroristas, habría resultado fácil elaborar con él dos o tres bombas similares a las arrojadas en Hiroshima. Ahora los rusos lo convertirán en uranio apto para uso comercial.

El llamado "Proyecto Vinca" fue concebido mucho antes del derribo de las torres gemelas de Nueva York. Pero incluso después de los atentados terroristas, los trámites burocráticos demoraron la misión por casi un año. Es una historia con un final feliz, pero también sirve para ilustrar los peligros y las dificultades, tras los intentos de colocar en un lugar seguro los elementos necesarios en la fabricación de bombas nucleares.

Con anterioridad, Rusia había estado renuente a reconocer su responsabilidad en los materiales nucleares distribuidos durante la era soviética. En 1994, Estados Unidos tuvo que llevar a cabo una operación similar en Kazajstán, pero en esa ocasión sin la colaboración rusa. Fueron los ingleses y los norteamericanos los que en 1998 lograron trasladar materiales de ese tipo de la antigua República Soviética de Georgia a Gran Bretaña. Hay que reconocer que en la actualidad las buenas relaciones entre los presidentes Bush y Vladimir Putin han permitido un notable avance en la colaboración para llevar a cabo estas misiones. Pero ello no basta para enfrentar los casos disímiles, presentes en diversos países.

No es una historia sólo de naciones y gobernantes. El Proyecto Vinca también indica los vínculos complejos entre los gobiernos y las empresas privadas en el mundo actual. En 1993, Estados Unidos estuvo de acuerdo en adquirir, para su uso pacífico, la mayor parte del uranio procedente de los misiles soviéticos desmantelados. Sin embargo, ahora quien se encarga de comprar el uranio —transformado en Rusia para su uso comercial— es la USEC, Inc., una empresa privada con acciones públicas en la bolsa de valores neoyorquina.

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