www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
  Parte 4/4
 
Aislacionismo y amenaza nuclear
La reticencia norteamericana a trabajar en proyectos y pactos de colaboración internacional tiene en permanente jaque la seguridad nuclear del planeta.
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

Hay, sin embargo, un elemento común que une a ambos tipos de participación privada —la lucrativa y la no lucrativa— en las funciones propias de un gobierno: la dependencia al capital privado, que desvirtúa una labor que el Estado y sólo el Estado debe llevar a cabo. Depender de la generosidad de los magnates para evitar un peligro nuclear es un acto suicida.

Más allá de una colaboración entre el sector público y el privado —con sus aspectos favorables y desfavorables— hay otra cuestión de singular importancia puesta de manifiesto por el Proyecto Vinca: las limitaciones que enfrenta la actual administración norteamericana. El establecimiento de un amplio sistema de cooperación internacional que facilite y agilice el colocar en un lugar seguro materiales tan peligrosos.

Estas limitaciones le son impuestas, en parte, por la legislación existente al respecto, pero también responde a la ideología de varios miembros prominentes de la actual administración. Las leyes vigentes hacen extremadamente difícil que Washington pueda expandir algunos de sus sistemas más efectivos de retirada de materiales nucleares, más allá de los territorios que conformaron la desaparecida Unión Soviética.

Una ley norteamericana, aprobada en 1991 —a iniciativa de Nunn, entonces senador demócrata por el estado de Georgia, y de Richard Lugar, senador republicano por Indiana— permite el financiamiento necesario para almacenar y destruir las armas nucleares desactivadas en Rusia y tres ex repúblicas soviéticas. Esta legislación debe ampliarse.

En diciembre de 2001, el ex senador Nunn y el senador Lugar acudieron a la Casa Blanca, con la idea de extender el programa, a la luz de la amenaza representada por Al Qaida. Se reunieron con Rice, la asesora de Seguridad Nacional, y hablaron con el vicepresidente Dick Cheney. En un primer momento la administración se mostró interesada en la idea, pero en una versión más limitada. Las buenas intenciones no bastaron. En la primavera de 2002 fueron suspendidos los fondos para el programa Nunn-Lugar. Hace alrededor de un año, el Senado aprobó otorgar una mayor flexibilidad al Departamento de Defensa para emplear los fondos destinados a la seguridad nuclear donde se considere necesario. Pero la Cámara de Representantes —dominada por los republicanos, que se guían por su clásico prejuicio contra la ayuda exterior— se opuso a la utilización amplia de dichos fondos.

A su vez, el Proyecto Vinca es un ejemplo de una vía amenazada de no tener continuación, o de un logro cuyo éxito no le garantiza que se extienda a otros casos. Pese a que varios funcionarios gubernamentales norteamericanos saludaron la operación como un importante paso de avance, existe la oposición por parte del ala más extremista y militante de la administración Bush —los llamados "halcones", de los cuales forman parte Rice, Cheney, el ministro de Defensa Donald Rumsfeld y otros— hacia cualquier plan que fundamente su ejecución en la cooperación internacional.

Lo acaban de demostrar en la guerra contra Irak. Según ellos, Estados Unidos tiene que ejercer su papel hegemónico, sin depender en última instancia de la participación del resto del mundo. Cualquier acción que se lleve a cabo —ya sea la lucha contra el terrorismo u otro conflicto futuro contra cualquier país considerado una amenaza para la seguridad nacional norteamericana— debe realizarse sin las ataduras que representan los pactos internacionales. El apoyo mundial se concibe como subordinación, no como participación decisiva.

Tal enfoque representa el peligro de una vuelta a un aislacionismo norteamericano que no tiene cabida en el mundo actual, pese a la superioridad en armamentos que posee este país. El Proyecto Vinca —un episodio completamente olvidado en la actualidad— es una prueba de la posibilidad de seguir con éxito un camino contrario. Una señal que debe contribuir a abrir los ojos y abandonar una política errónea. Un ejemplo para contrarrestar una actuación empecinada, que puede tener consecuencias devastadoras, tanto para Estados Unidos como para el resto del mundo. Un hecho útil para oponerse al afán equivocado de abarcar todos los peligros de forma unilateral. Un resultado real que se contrapone a una terquedad aislacionista y prepotente, que tendrá repercusiones negativas en un mundo donde ya se ha demostrado que no necesariamente un país poderoso, sino una red terrorista y un grupo de desalmados, puede infringir un daño enorme.

La amenaza de despertar un día con la visión aterradora de un hongo nuclear debe estar por encima de las diferencias ideológicas y de enfoque. Ahí está el Proyecto Vinca para demostrarlo. No comprenderlo así puede resultar catastrófico en el futuro.

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