www.cubaencuentro.com Martes, 30 de marzo de 2004

 
  Parte 2/3
 
España ante las urnas
La Derecha y la Izquierda por la llave de La Moncloa.
por MICHEL SUáREZ, Madrid
 

Los candidatos

Mariano Rajoy parece ser el ganador de las elecciones españolas, al conseguir dar una vuelta de tuerca a la imagen semi-autoritaria que deja Aznar como herencia. El conservador, de 49 años, es un político tranquilo, afable, si se quiere. Su talante pudiera abrirle puertas en el electorado de centro, precisamente el más disputado por los dos principales partidos.

Rodriguez Zapatero
Rodríguez Zapatero: 'Simplemente deseo hablar de cambio, futuro, solidaridad y esperanza'.

José Luis Rodríguez Zapatero, de 44 años, intenta transmitir la idea del cambio, utilizada por Felipe González en 1982 para llegar al Palacio de La Moncloa. Su partido no lo tiene fácil para ganar. La opacidad de Almunia —el anterior candidato—, la falta —en el pasado reciente— de proyectos alternativos al PP y, sobre todo, el descontrol interno del PSOE, están pasando factura a Zapatero. No sin alguna cuota de razón, el gobierno está utilizando en la campaña el argumento de que "si el PSOE no puede gobernarse a sí mismo, cómo va a gobernar España".

Las diferencias intestinas entre los socialistas, cuyo más evidente ejemplo está en las recientes elecciones de la región de Cataluña, sitúan al electorado ante una contradicción no fácil de resolver. Zapatero no ha logrado dirigir el partido hacia una política común y, a cada momento, un líder regional socialista le pone contra la pared con decisiones unilaterales sobre el espinoso tema del modelo de Estado.

Los problemas de la unidad territorial de España y el crecimiento de algunos sentimientos nacionalistas y/o separatistas casi definen toda la política actual del país. Por un lado, el País Vasco y su proyecto de ruptura con el Estado español; por otro, Cataluña, donde los socialistas —para poder gobernar— acaban de pactar con la formación independentista Esquerra Republicana (ERC), que persigue la separación total de esa comunidad, cuya capital es Barcelona.

La sensación de que el PSOE está dispuesto a cualquier cosa por llegar al poder, es uno de sus mayores obstáculos en el difícil camino para gobernar España. Su líder ha explicado en la campaña que sólo intentará formar gobierno si resulta el partido más votado, lo cual tranquiliza a buena parte del electorado. Porque si los socialistas no consiguen las boletas necesarias, y aun así aspiraran al mandato, tendrían que requerir de la ayuda de las formaciones independentistas vascas y catalanas —así como de los comunistas—, e integrar un gabinete a ocho manos que pondría en peligro la gobernabilidad del país.

El otro gran dilema del voto español radica en la sensación de estabilidad. La situación económica es, obviamente, mejor que la de 1996. Al menos, aparentemente, no parece haber un motivo de peso para intentar el cambio, en medio de una Europa que no ha crecido demasiado en los últimos años. Aunque algunas encuestas dicen que los ciudadanos preferirían que gobernaran los socialistas, los datos pronostican un voto mayoritario hacia el PP, bien porque no hay confianza en la capacidad de Zapatero y su equipo para mantener los avances en la economía y alcanzar otros (estabilidad del empleo, planes para bajar el precio de las viviendas…), o porque temen que la disparidad de criterios en el seno del PSOE —a veces verdaderamente alarmante— perjudique la cohesión del país.

Una encuesta del 8 de marzo pasado —última permitida por la Ley Electoral— otorga a Rajoy ventaja de 2,5 puntos por encima de Zapatero. El PP roza la mayoría absoluta. Si consigue 176 diputados en el Congreso, podría gobernar en solitario como lo ha hecho en los últimos cuatro años. De no llegar a esa cifra, Coalición Canaria le apoyaría con sus cuatro o cinco diputados, y quizás, hasta los nacionalistas catalanes no independentistas de CIU, le voten. Por tanto, salvo novedad de última hora, las cosas parecen estar cantadas en el futuro político de España. Porque Izquierda Unida (IU), la coalición que agrupa, entre otros, al Partido Comunista, no rebasaría el 5,8% de los votos con sólo diez u once diputados en el Parlamento.

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