www.cubaencuentro.com Lunes, 31 de mayo de 2004

 
  Parte 1/2
 
Un dramaturgo llamado Chávez
La trama 'paramilitar' montada por el presidente venezolano es una farsa por la que ya nadie paga la entrada.
por MIGUEL RIVERO, Lisboa
 

Desde el pasado 6 de mayo, el presidente venezolano Hugo Chávez estaba furioso e inquieto. Una rabia interna se apoderaba de él y casi no podía dormir. ¿Las razones? Su amigo y mentor, Fidel Castro, había logrado llamar la atención de la Casa Blanca con el informe de la denominada Comisión para la Asistencia a una Cuba Libre. ¡Hasta el mismísimo George W. Bush le prestaba atención al asunto!

Hugo Chávez
Chávez en el escenario.

Al ex teniente coronel golpista, que se había pasado largos meses lanzando vituperios, amenazas y acusaciones contra Condoleeza Rice, George W. Bush y otros tantos funcionarios y generales norteamericanos, si acaso, le respondía un oscuro portavoz, para desmentir los infundios. La envidia le roía las entrañas, porque el "proceso bolivariano" necesitaba de amenazas externas para unir a las huestes chavistas y hacer fracasar el proceso de ratificación de firmas, a fines de mayo, para el referendo revocatorio.

Fue entonces que escribió el guión de la obra de teatro Los paramilitares asesinos. El actor principal sería él mismo. El resto, un centenar de figurantes. Jóvenes colombianos de los poblados cercanos a la frontera, a quienes se les ofrecía un buen trabajo en Venezuela y la legalización de sus papeles. No fue complicado el reclutamiento. El lugar ideal para que fuesen capturados: una hacienda abandonada que pertenecía a un exiliado cubano y, en la cual, normalmente acampaba un grupo de boy scouts.

El resto era fácil. Los jóvenes vestirían trajes de camuflaje. Serían capturados desarmados, pero con gran despliegue publicitario. Después, todas las acusaciones estarían dirigidas contra el eje Colombia-Miami-Oposición Interna, que supuestamente organizaba un complot para asesinar al jefe de Estado. Los que movían toda la trama, claro está, eran los imperialistas norteamericanos.

Ya con toda la tramoya montada, el presidente Chávez se presentó, el viernes 14 de mayo, en una conferencia de prensa ante los corresponsales extranjeros. Mostró las fichas de identificación de los supuestos comandantes Lucas, Richard y Jefferson, de las fuerzas paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Poco importaba que nadie antes en Colombia hubiese escuchado que esos comandantes existían. Fue negado por la dirección de la AUC y también por el responsable colombiano que dirige las negociaciones para desmovilizar a los paramilitares.

Cómo fabricar un enemigo

El actor principal adoptó entonces su mejor pose de fiscal y proclamó: "El comandante Lucas decía que iba a cortar a Chávez la cabeza, fumarse un habano junto a ella y, después, enviársela a Fidel Castro". Patético, estremecedor, porque hacía sólo unos días las televisiones del mundo habían pasado imágenes de cómo era degollado un joven norteamericano en Irak.

Casi a la misma hora, en el Malecón habanero, el gobernante cubano Fidel Castro se dirigía directamente a George W. Bush, con un mensaje apocalíptico:

"Puesto que usted ha decidido que nuestra suerte está echada, tengo el placer de despedirme como los gladiadores romanos que iban a combatir en el circo: Salve César, los que van a morir te saludan. Sólo lamento que no podría siquiera verle la cara porque en ese caso usted estaría a miles de kilómetros de distancia y yo estaré en la primera línea para morir combatiendo en defensa de mi patria".

Era la otra obra de teatro. Dicen que ante más de un millón de cubanos. En el Palacio de Miraflores, Chávez reflexionaba  acerca de que algún día tendría que convertir a todos los venezolanos en soldados, poder decretar el cese de las actividades laborales y darse baños de multitudes, como su mentor.

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