www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 3/4
 
Los derechos humanos son propiedad privada
De cómo los regímenes marxistas desoyeron a Locke para abolir la supuesta 'causa fundamental' de nuestros males.
por JORGE SALCEDO, Cambridge
 

De aquí que las teorías racionalistas sobre el Estado nos remitan necesariamente a un estado previo al "estado civil", de donde éste procede. Este tránsito del estado natural al estado civil va a concebirse de modo muy distinto por los filósofos más influyentes del siglo XVII.

Hobbes, por ejemplo, concebirá el estado natural como "un estado de guerra de todos contra todos", o de "libertad irrestricta", en donde cada individuo puede disponer no sólo de sí mismo, sino también de los demás, en la medida en que ello contribuya a su autopreservación.

Por eso, según él, el tránsito del "estado de naturaleza" al "estado civil" es un tránsito de la guerra a la paz. La paz es para Hobbes el objetivo supremo del gobierno civil, porque ella es la condición óptima de la autopreservación, que es la primera ley natural. Ahora, la paz sólo puede lograrse si todos los individuos ceden su libertad natural a favor de un soberano absoluto que los ponga a salvo de los continuos conflictos a que los aboca esa "libertad irrestricta". Y debe ser absoluto, recuerda Peter Laslett, porque si los individuos se reservan ciertos derechos frente al soberano, sea de acción o de juicio, estarían mermando la capacidad de éste para asegurarles su preservación, y ello frustraría la misma razón de ser del soberano.

Los individuos efectúan un contrato para salir del estado natural y entrar en el estado civil en busca de la paz. Pero éste es un contrato en el que entran los individuos entre sí para instaurar un soberano. El soberano no es parte del contrato, de aquí que no pueda ser injusto ni siquiera teóricamente, porque la injusticia es, precisamente, romper el contrato.

Adán y la tesis patriarcal

Pero no es a Hobbes, sino a Sir Robert Filmer y a las tesis absolutistas de su libro El Patriarca (1680), a quien dedica Locke el primero de sus dos tratados. Apoyándose en La Biblia, Filmer sostiene que Dios ha dado a Adán completa autoridad sobre el mundo y que esta autoridad se transmite a través del primogénito, siendo ésta la fuente del poder de los reyes.

Ni Adán ni sus descendientes varones por primogenitura necesitan obtener el consentimiento de la familia para gobernar, como tampoco los reyes necesitan obtener el consentimiento de sus súbditos para cobrar impuestos, dictar leyes y hacerlas cumplir. La autoridad de los reyes, como la de Adán —según esta tesis patriarcal— proviene directamente de Dios. Filmer llega al absolutismo partiendo de una tesis de sometimiento natural, que no deja ningún espacio al más mínimo control del poder por parte de los gobernados; Hobbes llega al absolutismo partiendo de una tesis de libertad natural, pero hace cesar la libertad con el mismo acto de fundación del gobierno civil.

Respondiendo a Filmer, y aceptando —a efectos del argumento— sus mismos supuestos teóricos, Locke sostiene la imposibilidad de establecer la continuidad entre Adán y los actuales gobernantes; desde los supuestos propios, observa que no hay superioridad natural entre padres e hijos. Una vez que el hijo ha llegado a la "edad de la razón", el hijo y el padre quedan en estado de perfecta igualdad bajo la misma Ley. Los hijos no nacen en igualdad con los padres, pero nacen para la igualdad.

Para Locke, es la capacidad de entender la Ley natural lo que hace al hombre libre; llegado el hijo a la mayoría de edad, desaparece la patria potestad o cualquier vínculo de subordinación del hijo a los padres —que no sólo al padre.

Locke deriva la libertad de los individuos de su igualdad; y la igualdad, de su común capacidad para entender la Ley. Porque ambos tienen en sí esta facultad, padres e hijos son iguales a cierta edad. Y porque todos los adultos somos iguales, ninguno tiene jurisdicción natural sobre otro. Es nuestra razón la que nos da dominio y jurisdicción sobre nuestra persona y posesiones. Y ésta es la dignidad que tanto nos regatean los documentos de la ONU.

Sólo que Locke no dirá "persona y posesiones", sino Propiedad, así con mayúsculas. "Por Propiedad debe entendérseme aquí, al igual que en otras partes, la Propiedad que los hombres tienen en sus personas, tanto como sus bienes". Por eso, para él, la libertad no es, como piensa Hobbes, la "jurisdicción de todos sobre todo", sino "disponer, y ordenar, como nos place, de nuestra persona, acciones, posesiones, y la totalidad de nuestra Propiedad, dentro de la Ley bajo la que estamos; sin estar sujetos a la voluntad arbitraria de otros, sino siguiendo libremente la nuestra".

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