www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 4/4
 
Los derechos humanos son propiedad privada
De cómo los regímenes marxistas desoyeron a Locke para abolir la supuesta 'causa fundamental' de nuestros males.
por JORGE SALCEDO, Cambridge
 

En el "Estado natural", nuestra libertad es disponer de nuestra Propiedad según la Ley natural; en el "Estado civil", nuestra libertad es disponer de nuestra Propiedad, según las leyes civiles. La ley no es la limitación de la libertad, sino su posibilidad y garantía.

En la doctrina política de Locke, el tránsito del "Estado natural" al "Estado civil" no lo hacemos cediendo nuestra libertad natural a un soberano común a cambio de seguridad —como pensaba, entre nosotros, el padre Félix Varela, que no me enseñó a pensar—, sino confiando nuestro poder político individual a un soberano común para asegurar nuestra libertad natural.

El individuo: ¿juez y ejecutor?

Esta afirmación de que los individuos como tales tienen poder político es una de las más radicales de cuantas hace Locke, como han notado varios de sus comentaristas. El poder político, en la teoría previa, es siempre un atributo de la colectividad, de sus representantes, del príncipe, del monarca. Locke rompe esta tradición y afirma que en el Estado de naturaleza, los hombres tienen el poder de hacer cumplir la Ley natural y de juzgar los actos de sus semejantes de acuerdo con esa Ley.

Es decir, cada individuo tiene en sí el poder ejecutivo y el poder judicial. Cada individuo puede juzgar y aplicar la Ley a cualquiera que atente contra su Propiedad. Se trata, claro, de una situación frágil, incierta, llena de peligros. El individuo es juez y ejecutor, en su propio caso, de una ley no codificada. Es esta condición precisamente la que intenta superar al entrar en la sociedad política.

Ahora bien, los individuos confían su poder político al Gobierno civil bajo la condición de que éste cumpla con los fines para los que fue establecido: "La preservación mutua de sus Vidas, Libertades y Haciendas, que es lo que yo llamo por el nombre general de Propiedad", precisa Locke.

El objeto primero de esta Propiedad no son los bienes adquiridos, sino las facultades físicas y mentales de cada uno, sobre las que tomamos posesión gradualmente en un proceso que va desde la infancia a la adultez. Llegado a ese punto, "cada Hombre tiene Propiedad en su propia Persona —las mayúsculas y los énfasis son de Locke—. Nadie tiene Derecho sobre esto, excepto él mismo".

Proteger la Propiedad de todos y cada uno de sus ciudadanos será la razón de ser del Gobierno civil, que es el único que ejerce un poder político, claramente diferenciado del poder paterno y del poder despótico. El poder político es aquel que se establece voluntariamente por los individuos que componen una comunidad para la preservación de sus propiedades.

Así, en la Consideración conjunta de los poderes paterno, político y despótico (Capítulo XV, Libro II), Locke nos dirá que "el poder Paterno se ejerce allí donde la minoría de edad hace al niño incapaz de manejar su propiedad; el Político, donde los hombres pueden disponer de su Propiedad; el Despótico, sobre aquellos que no tienen ninguna propiedad".

Como se ve, la Propiedad, en la doctrina política de mayores consecuencias en el Occidente moderno, es el derecho exclusivo que tenemos sobre nuestra persona y posesiones todos y cada uno de los seres humanos, sobre la base de una igualdad que determina nuestra común condición racional. Ese derecho de cada uno a disponer de su persona es el fundamento de los derechos humanos.

Sólo aquellos derechos que de aquí dimanan pueden llamarse propiamente derechos fundamentales. Y son privativos del individuo: "Nadie tiene Derecho sobre esto, excepto él". Son, dicho sea con todas sus letras, propiedad privada. Esa propiedad privada que, dos siglos más tarde, Marx y Engels señalarán como la causa fundamental de nuestros males sociales, y cuya abolición será acometida con éxito por los regímenes de inspiración marxista durante el siglo XX.

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