www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 2/4
 
Del totalitarismo a la sociedad civil
Una historia de las transiciones: La restauración de la política en la Europa del Este postcomunista. Ingenuidades, errores y aciertos.
por JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

Los movimientos cívicos ocupan un lugar central en los pasos iniciales de los procesos de transición de los cuatro países de Europa central. Tales movimientos, por lo general poco articulados pese a ser muy amplios, aunaron los esfuerzos de grupos muy dispares —desde socialdemócratas a democristianos, pasando por neoliberales, comunistas reformistas, viejos disidentes y ecologistas— que se caracterizaban por su oposición a las estructuras de poder existentes en los sistemas burocráticos.

Rasgos esenciales de los movimientos cívicos fueron su vaguedad programática, su flexible estructura organizativa, su actuación a la manera de grupos de presión y no como genuinos partidos, la búsqueda de apoyos electorales en sectores muy amplios y la tendencia a propiciar la movilización en torno a un solo mensaje del tipo siguiente: "desbancar a los comunistas". Estas formaciones fueron asiento, por lo demás, de corrientes "antipolíticas", con una elevada carga antagónica frente a la autoridad del Estado y el rechazo a los procedimientos de representación tradicionales. La configuración de tales movimientos cívicos obedecía a los problemas de legalización que arrostraban los partidos.

Los ejemplos clásicos de movimientos cívicos los proporcionaron los casos de Solidaridad, en Polonia, y el Foro Cívico y el Público contra la Violencia, en Checoslovaquia. En Polonia, databa de tiempo atrás la configuración de Solidaridad como principal fuerza política opositora, que hizo de la emancipación nacional su principal tarea. El derrocamiento del régimen burocrático fue el objetivo fundamental de los movimientos que vieron la luz en Checoslovaquia. Lo hicieron por separado, en lo que al cabo de tres años serían dos Estados independientes: el Foro Cívico en la República Checa y el Público contra la Violencia en Eslovaquia. Ambos movimientos se nutrieron ante todo de la intelligentsia, y en ellos se dieron cita posiciones a menudo muy dispares. Tanto en Polonia como en Checoslovaquia estos movimientos cívicos registraron éxitos en las primeras elecciones.

Una historia de las transiciones
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Es significativo que en Hungría no se hiciese valer un genuino movimiento cívico: desde los mismos inicios del proceso de transición se reveló la existencia de divisiones significativas en la oposición al régimen burocrático comunista. La principal de esas divisiones enfrentó a la Alianza de Demócratas Libres y al Foro Democrático, esta última formación guardaba alguna semejanza con los movimientos dominantes en Polonia y Checoslovaquia.

Transición y elecciones

Un rasgo decisivo de los movimientos cívicos fue su incapacidad genérica para convertirse en partidos políticos de relieve, una vez encauzados los procesos de transición, y una vez desaparecido, o al menos mitigado, el riesgo de un renacimiento del comunismo. Un rápido repaso de las condiciones generales nos obliga a dar cuenta de la desintegración de los movimientos cívicos en tres de estos países: República Checa, Eslovaquia y Polonia.

En Polonia, Solidaridad se rompió en mil pedazos a principios del decenio de los noventa, como resultado de la colisión de Walesa con Tadeus Mazowiecki, sus dos líderes principales, a pesar de que en 1997 Solidaridad buscase desesperadamente una reconfiguración eficaz. El Foro Cívico checo y el Movimiento Público contra la Violencia de Eslovaquia obtuvieron buenos resultados en las primeras elecciones de 1990, pero en los comicios de 1992 prácticamente habían desaparecido.

Los propios frentes populares que habían visto la luz en varias de las repúblicas soviéticas experimentaron activas escisiones o agudos reveses electorales (como el Sajudis lituano), a manos de nuevos partidos de comunistas reciclados, que condujeron en la práctica a su desaparición.

Hasta principios de 1998 se habían celebrado tres elecciones legislativas en la República Checa, otras tantas en Eslovaquia, dos en Hungría e igual número en Polonia. Es obligado reseñar que el recuerdo histórico de otros sistemas existentes, en el pasado previo al comunismo, era más fuerte en Europa central que en el resto del bloque soviético.

Bajo el comunismo la sociedad era un desierto cívico lleno de desconfianza y atomización. Por eso llamó la atención que los disidentes y opositores en Europa del Este, al igual que los politólogos del Occidente, comenzaran a hablar —a fines de la década de los setenta— de las posibilidades de restaurar la política a través del resurgimiento de la sociedad civil.

Esta línea de pensamiento sugería que la creación de organizaciones autónomas de todo tipo formaría una esfera en la cual el individuo podía actuar aislado del Estado. En Polonia, Michnik calificó tal proceso como "nueva evolución", y en Checoslovaquia, Václav Benda hablaba de las "polis" paralelas. La dramática y súbita emergencia de Solidaridad precipitó tal evolución con más rapidez que la planteada por Michnik o Benda. El hecho de que aún Leonid Brezhnev dirigiera la Unión Soviética espoleó una reacción vigorosa contra la sociedad civil polaca, en 1981.

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