www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 4/4
 
Del totalitarismo a la sociedad civil
Una historia de las transiciones: La restauración de la política en la Europa del Este postcomunista. Ingenuidades, errores y aciertos.
por JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

La mayoría de las transiciones muestran una inclinación por la elección directa de los presidentes, aun cuando es verdad que en los lugares en los que existía un movimiento de oposición fuerte —Polonia— o en los que el futuro era muy incierto —Bulgaria—, propendieron a defender a presidentes elegidos por el parlamento. Tales actitudes se hicieron valer en un escenario marcado por la enorme importancia que adquirieron las personalidades, en detrimento de unos partidos apenas articulados. De esa condición de personalidades surgieron presidentes fuertes, como Josef Antall, Havel, Ion Iliescu, Slobodan Milosevic, Franjo Tudjman, Walesa y Yeltsin, quienes generalizaron el conflicto entre el ejecutivo coherente y los parlamentos fragmentados.

En la República Checa, el presidente Havel se enfrentó constantemente a sus parlamentos. Primero, al de los dos Estados (checo y eslovaco), y luego al checo. En Polonia, la relación del presidente Walesa con el parlamento y con su primer ministro J. Olszewski o la primera ministra Hanna Suchocka, se caracterizó por las fricciones permanentes. Así, serían escandalosos los encontronazos entre el presidente eslovaco Michael Kovac con el primer ministro Vladimir Meciar y el cuerpo legislativo. En estos casos, los presidentes fuertes explotaron la división entre los partidos de la oposición.

Detrás de muchos de los problemas que hemos reseñado se hallan, en suma, sociedades y sistemas políticos en los cuales el conflicto está a la orden del día. Ello tiene lugar por la debilidad que entroniza la "cultura del compromiso", la escasa propensión que los dirigentes políticos (surgidos de la oposición al comunismo o comunistas reciclados) muestran en la tolerancia de una oposición en sus partidos o coaliciones; la extrema personalización que exhibe a menudo la política por falta de cultura partidaria; la precaria institucionalización de todos los procesos de transición; la atomización de la sociedad civil y su poca fortaleza; y la preponderancia de formas burocráticas de organización y actuación, pues tanto el Estado como la economía se encuentran en manos de los viejos dirigentes comunistas ya reciclados.

La condición elitista ha sido el rasgo relevante de los nuevos parlamentos, si los comparamos con lo que era común en las instituciones legislativas formales de los totalitarismos. Si en éstos se hacía valer cierto designio de reproducir, con vistas a la propaganda, la estratificación general que se revelaba en la realidad social (trabajadores urbanos, campesinos, mujeres), en los parlamentos elegidos en los últimos años han predominado, y con claridad, los individuos con un nivel alto de educación. La presencia de miembros de la vieja disidencia —por lo común poco preparada para la política profesional— ha sido sensiblemente mayor en Europa central que en el resto del ex bloque soviético.

Fragmentación y populismo

Otro problema de la transición, sobre todo en el área balcánica, ha sido la fragilidad de las coaliciones, visible en toda la historia política reciente de Albania, en muy diversos momentos en Bulgaria, o en la propia coalición configurada en Rumania entre el Partido de la Socialdemocracia y las diferentes fuerzas nacionalistas. No han faltado casos de partidos que han optado, de manera provisional o definitiva, por abandonar el parlamento o boicotear sus sesiones. Ejemplos de ello pueden encontrarse en Albania y Bulgaria.

También se han manifestado con frecuencia los votos de confianza, práctica desplegada a menudo en Bulgaria y Macedonia. Asimismo, la poca disciplina dentro de los bloques parlamentarios, en los cuales los diputados no siempre siguen las recomendaciones de voto o han creado sus propios grupúsculos ajenos a sus partidos, y se han substraído a las normas aprobadas por los partidos cuyas listas fueron elegidas. Por eso, los partidos luchan aún por reafirmarse como la principal instancia de cuantas desarrollan su actividad en los parlamentos.

Una historia de las transiciones
Los orígenes del cambio
JFB, Miami
El ajedrez atómico
El testamento del comunismo
El reciclaje de los comunistas
Los caminos de la democracia

La fragmentación ha sido el rasgo decisivo de los sistemas políticos de Europa central. El hundimiento de los regímenes burocráticos comunistas tuvo uno de sus primeros efectos en una rápida proliferación de partidos. Algunos surgen en el interior de los propios parlamentos. En casi todos los Estados del viejo bloque soviético se registraba el fenómeno de los partidos que surgían en ocasión de las elecciones, para desaparecer poco después.

Ante la convocatoria de las elecciones fundacionales, se registraron en Hungría unos 50 partidos, en Checoslovaquia 42 y en Polonia 90. En Polonia, entre 1990 y 1993, se multiplicaron los grupúsculos en los que se hacían minorías débiles, predominando líneas de división muy difusas. Las líneas de separación entre las distintas fuerzas políticas son casi inexistentes y el paso de un partido a otro, entre los diputados, bastante frecuente.

En un plano parecido cabe situar el auge de aquellos movimientos que se han dado en llamar —acaso de forma no muy afortunada— populistas, verificado con claridad en Rumania, pero perceptible también en otros países. El hecho de que buena parte de las demandas de estos movimientos tuviese como núcleo la vida campesina, y la paralela circunstancia de que ésta hubiese perdido peso en el transcurso del siglo XX, acarreó una visible erosión de los supuestos apoyos de estos movimientos. Los mismos se han visto contrapesados por el influjo de sus ideas —o de algunas de ellas—, que han influido en las posiciones que exhiben un cariz visiblemente tradicionalista u otras herederas de los viejos partidos comunistas.

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