www.cubaencuentro.com Viernes, 09 de septiembre de 2005

 
  Parte 3/5
 
Caída y lastre de un imperio
Una historia de las transiciones: Cuando parecía que Europa del Este y la URSS se abrían a la democracia, emergió el nacionalismo latente.
por JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

Los Estados renuentes

Los otros tres Estados que rechazaban la apertura gorbacheviana experimentaron el dramático y espontáneo repudio a su neoestalinismo en el mes de noviembre de 1989. Bajo presión de Moscú, el 16 de noviembre renunció a su cargo Todor Zivkov, quien había sido el jefe del partido búlgaro por 35 años.

Una semana después se desató la protesta en las calles de Checoslovaquia, para demandar libertad y democracia. Inicialmente, el gobierno que había controlado el país con mano de hierro desde la invasión soviética de 1968, insistía en no ceder su control, pero las demostraciones monstruosas del 24 de noviembre le forzaron también a renunciar. Un mes más tarde y coincidiendo con los sucesos de Praga, el nuevo jerarca partidista Petar Mladenov prometía elecciones libres y proponía el abandono del mono-partidismo comunista bajo la nueva constitución.

Una historia de las transiciones
Los orígenes del cambio
JFB, Miami
El ajedrez atómico
El testamento del comunismo
El reciclaje de los comunistas
Los caminos de la democracia
Del totalitarismo a la sociedad civil
La destrucción creativa
Las recetas económicas
Economía de mercado, inflación y renta
Las sendas de la privatización
Familia de naciones
¿Valores de sangre?
El Estado democrático

Si la dinámica del colapso se extendió por varios meses en Polonia y Hungría, en Checoslovaquia sólo duró diez días de intensas demostraciones masivas, donde se destacó en primera línea el escritor Václav Havel. El clímax llegó el 10 de diciembre de 1989, cuando el presidente Gustav Husák tomó juramento al primer gobierno no comunista desde 1948.

El 28 de diciembre retornaba a Praga el reformista Alexander Dubcek y un día después Havel asumía la presidencia del país. Como en la Alemania del Este, el nuevo gobierno checo, con Václav Havel de presidente y Dubcek como jefe del Parlamento, borró de la Constitución el articulado que garantizaba al papel rector del partido comunista, abriendo la puerta al pluralismo.

La más vehemente en su negativa era Rumania, en la que el gobierno de Ceausescu había eliminado cualquier semblanza de oposición, convirtiéndolo en uno de los regímenes más represivos del planeta. Ceausescu exprimía la deprimida economía del país con vistas a saldar la deuda externa, objetivo que culminó precisamente en 1989. Al mismo tiempo, dedicó vastos recursos a sus grandiosos proyectos, como la reconstrucción del centro de Bucarest, el reasentamiento de los campesinos en "modernos" agro-complejos.

El resultado fue un caos económico, el racionamiento de la electricidad, la calefacción en el invierno, los alimentos… Pero nada hizo mella en su decisión de mantener el modelo estalinista, y hasta el estallido de violencia en diciembre de 1989, Ceausescu permaneció como el ejemplo extremo de la vieja corriente del bloque soviético que rechazaba el pluralismo.

A Rumania le tocó el turno en diciembre, en ocasión de una breve y sangrienta revuelta en la cual fueron capturados cerca de Tirgoviste y luego ejecutados de forma expeditiva, el corrupto y tiránico presidente Ceausescu y su esposa, la odiada Elena Ceausescu.

Las informaciones de estos eventos que se desenvolvieron de manera extraña llevan a indicar la intervención de Moscú, a través de la KGB. El Partido Comunista de Rumania y la Securitate se hallaban claramente listos para tomar el poder tras la ejecución de la pareja Ceausescu.

El derrocamiento del régimen comunista en Rumania no promovió la introducción de una democracia estilo occidental. Los ex comunistas se reorganizaron bajo una nueva identidad que llamaron Frente de Salvación Nacional, bajo la dirigencia del antiguo nomenclaturista Ion Iliescu.

Renacer del nacionalismo

Si bien Gorbachev liquidó el estalinismo, los países socialistas de Europa del Este dieron cuenta del leninismo, y por eso, los acontecimientos se escaparon del control del centro rector, en medio de una declinante economía, guerras étnicas, retroceso del poder imperial y colapso de los gobiernos comunistas.

Al calor de los eventos que dieron al traste con el Muro de Berlín, reapareció algo que la historia de la región había olvidado, por considerarlo ya superado: el nacionalismo, el fenómeno más inesperado de todas las sorpresas que han ocurrido desde la caída del Muro. La primera onda expansiva conformó una miríada de nuevos Estados, derribó numerosos gobiernos, sacudió el viejo orden mundial y afectó el comercio internacional, los presupuestos de defensa y las elecciones en todo el globo.

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