www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 2/4
 
El Estado democrático
Una historia de las transiciones: La competencia de civilizaciones en el paso a la 'democracia' de las ex repúblicas soviéticas.
por JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

Todos, o casi todos los Estados que nos ocupan, son entidades multinacionales, circunstancia que viene a confirmar la aseveración de que muy pocos de ellos se hallan envueltos en una tentativa de transición democrática con un alto grado de homogeneidad de nación-Estado. Y tal fenómeno es lo que distingue a las transiciones en Europa central y oriental, el Cáucaso y Asia central.

Las excepciones a esta regla de ausencia de uniformidad son, por lo demás, escasas, y llegado el momento, dudosas. Pueden invocarse, aun así, los ejemplos de Eslovenia, donde existen pequeñas minorías serbias y croatas, y de Albania, en que se cuenta una pequeña minoría griega.

Todo concurre en estas nuevas transiciones: la exigencia de establecer fronteras claras que garanticen la protección y la eficiencia de las políticas; la debilidad del poder del Estado, que en los decenios anteriores mostró sobradamente su incapacidad para granjearse la lealtad de los ciudadanos; la exigencia que experimenta una parte de la población, de dotarse de modelos cognitivos, ideológicos y organizativos; el impacto que generan las minorías vinculadas con Estados foráneos; y el peso de memorias históricas que inducen a anticiparse a hechos que presuntamente van a ocurrir.

Una historia de las transiciones
Los orígenes del cambio
JFB, Miami
El ajedrez atómico
El testamento del comunismo
El reciclaje de los comunistas
Los caminos de la democracia
La destrucción creativa
Las recetas económicas
Economía de mercado, inflación y renta
Las sendas de la privatización
Familia de naciones
¿Valores de sangre?

Lo que se debe preguntar es: si las verdaderas fronteras entre los pueblos de los Balcanes, Oriente Medio, el Cáucaso y Asia central (las étnico-culturales), algún día reemplazarán las artificiales de los actuales Estados de esas zonas; y si volverán a ser aquellas zonas de transición que por milenios existieron, en los tiempos en que predominaba el aura de fantasía de la Ruta de la Seda, cuando no existían Estados burocráticos que rehacían los mapas políticos, sino los vastos reales dinásticos, como las tierras de los Habsburgos en Europa oriental, y los sultanatos otomanos. Es decir, las fronteras naturales de la geografía y de la etnografía.

El colapso soviético

La Unión Soviética comprendía más de 100 nacionalidades, muchas de ellas dentro del territorio ruso. Desde los inicios de la URSS las aspiraciones separatistas de muchas etnias fueron empujadas a un lado, concediendo el poder a los partidos comunistas locales, como sucedió en la región autónoma del Karachai-Cherkes —parte del territorio de Stavropol—, que está poblada por karachais, charqueses, rusos, abjazianos, nogais, osetianos, griegos y ciudadanos de otras nacionalidades.

El epílogo del comunismo se precipitó a través de los problemas étnicos y el separatismo, que desintegraron el país. El imperio soviético se conmocionó por la ola de disturbios nacionalistas que afectaron buena parte de las quince repúblicas que lo constituían. La decadencia económica del último de los imperios coloniales del siglo XIX, el ruso-soviético, propició tierra fértil para el reverdecer del nacionalismo. Pero el dilema económico era sólo uno de los tantos problemas del bloque soviético. En muchos de ellos, la dirigencia comunista ya era débil, las raíces del marxismo se habían secado y la prosperidad de Occidente patentizaba el fracaso de Karl Marx.

La desintegración de la Unión Soviética como un imperio multinacional era inevitable, pero el momento en que ocurrió fue accidental. Gorbachev sabía que el colapso se avecinaba y, pese a tener a su disposición dispositivos y fuerzas para prevenirlo, no maniobró para dilatarlo. De no ser por un número de factores subjetivos, como el fracaso del golpe de agosto de 1991 (y no sólo el feudo personal entre Yeltsin y Gorbachev) y otros de corte objetivo, el derrumbe pudo haber sucedido treinta años después.

Entre las variables empíricas que contribuyeron a su síncope se cuentan su carcomida economía, su ideología en bancarrota, la disidencia intelectual y moral, la presión militar y política del exterior y, bajo Gorbachov, el efecto catalítico de la glasnost junto al florecer nacionalista en sus repúblicas.

Resurgir del nacionalismo

La ola de nacionalismo rehusó calmarse en los Estados bálticos. En Ucrania y Moldavia resurgió el movimiento por la independencia. Se manifestaron choques sangrientos entre grupos étnicos rivales en el sur de Azerbaiyán, Armenia, Georgia y Uzbekistán. La fisión étnica que tuvo su parte en la historia ha retornado, desempolvando conflictos supuestamente "superados", donde la rivalidad del mundo cristiano con el musulmán y del católico con el ortodoxo, suplanta la de Este-Oeste, y llega a niveles de subregiones, como las comarcas checheno-Ingushetias y Transniestria, Yugoslavia y Checoslovaquia.

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