www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 3/4
 
¿Valores de sangre?
Una historia de las transiciones: Cuarenta y cinco años de comunismo no silenciaron los conflictos étnicos de Europa del Este.
por JUAN F. BENEMELIS, Miami
 

La realidad de los conflictos étnicos, religiosos y fronterizos de Europa del Este y el imperio ruso, se han analizado bajo el reduccionismo contemporáneo, de la caída del comunismo y la reforma, en una versión peligrosamente esquemática y en que se obvian las fuerzas históricas subyacentes.

Pero las repúblicas que integraban el imperio soviético eran diferentes en términos de cultura, historia, idiomas —que iban de las familias Ural-altaicas a las indoeuropeas— y religión, del cristianismo al Islam. Esas repúblicas estaban integradas por naciones, razas, culturas y religiones divergentes, como las negadas minorías alemana y ucraniana en Polonia, y la húngara en Eslovaquia.

Cierto es que la tradición de luchas étnicas, políticas y religiosas en esta zona del planeta no puede tomarse como justificación de los hechos actuales, pero también ha sido un error presentar las diversas comunidades en pugna en Europa del Este, en los Balcanes, el Cáucaso y Asia Central como buenos y malos, como opresores o como víctimas, ignorando las complejas causas históricas de tales conflictos religiosos y étnicos, y desestimando también como parte de la cultura occidental la herencia de la civilización bizantina en los ortodoxos rumanos, serbios, búlgaros y rusos.

Una historia de las transiciones
Los orígenes del cambio
JFB, Miami
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El testamento del comunismo
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Los caminos de la democracia
Del totalitarismo a la sociedad civil
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Economía de mercado, inflación y renta
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En los últimos años del sistema comunista se asistió a las campañas de asimilación obligatoria de los turcos en Bulgaria, de los húngaros de Transilvania en Rumania, el experimento de esterilización de las mujeres gitanas en Checoslovaquia y el retorno al antisemitismo abierto. Los problemas de las nacionalidades salieron a la palestra bajo la glasnost. Cuarenta y cinco años de comunismo no alteraron el carácter nacional ni los conflictos étnicos de Europa del Este.

A medida que se descongeló la Guerra Fría en Europa, y desaparecía el conflicto ideológico Este-Oeste, surgieron las diferencias básicas y reales que desde siglos conforman los problemas por los que desanduvo la historia del continente europeo. Con las crisis de Oriente Medio y la descomposición de la Unión Soviética se dio fin a la civilización multiétnica; aunque era una versión puramente oligárquica.

La ola del nacionalismo se desató desde Estonia en el norte, hasta Albania en el sur, desde Eslovaquia en el oeste, hasta Kirguizistán en el oriente, así como en el propio corazón de la Unión Soviética (en Ucrania y Belarús), mientras en Asia Central se escenificarían las erupciones étnicas.

Pero el drama yugoslavo sería el ejemplo más extremo. En Yugoslavia, los eslavos sureños de religión ortodoxa, y los serbios, con una historia de subordinación turca, han emergido como rabiosos nacionalistas, en favor de la hegemonía y la expansión; mientras los católicos y más afines "occidentalizados" croatas y eslovenos del norte, han inaugurado reformas democráticas, promoviendo su independencia.

Una sombra surrealista englobaría, entonces, a Europa central y oriental; escenas de siglos pasados en las que hombres y mujeres se encaminaban hacia campos de refugiados, aldeas de cajones y centros de reasentamiento. Muchos de estos países se han envuelto en conflictos abiertos, temerosos de un colapso interno, y otros se hallan en el dilema de escoger entre la frágil democracia o regímenes represivos.

El etno-nacionalismo

Los gobiernos comunistas demolieron las molduras sociales e institucionales que movían la acción colectiva de manera autónoma, salvo la especial paradoja de la Iglesia Católica como depositaria de la identidad nacional del proceso polaco. Es por eso que al producirse el desplome del Muro de Berlín, las nuevas sociedades postcomunistas no disponían del necesario instrumental cognitivo, ideológico e infraestructural, capaz de reconstituir y reglamentar con facilidad la nueva dimensión social proyectada.

Ante tal debilidad de la cultura cívica, y de otras ideologías que hubiesen contrabalanceado al marxismo, el único surtidor de identidad, lo capazmente influyente como para obrar de articulador social, fue el etno-nacionalismo.

Los comunistas de Eslovenia y Croacia fueron los primeros en separarse, estallando la primera querella con los serbios. Por su parte, los serbios y los albaneses chocarían en la disputa sobre la provincia de Kosovo. Eslovenia optaba por la independencia y Serbia no pudo detener el renacimiento de Croacia y Eslovenia, apoyadas por Europa, por lo que se desencadenó la lucha fratricida.

El resultado dramático fue el intento de los serbios de la Krajina de desgajar un tercio de la Croacia para constituirse en un Estado independiente. Los serbios se quejarían de que era por su cristianismo ortodoxo que Europa occidental favorecería a los católicos croatas.

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