Y en realidad, muchas de nuestras virtudes civiles no hicieron más que retornar, con la emigración del 59, al lugar de donde habían salido. Importantes figuras de la legislación republicana, como el habeas corpus, por citar sólo una, fueron introducidas en Cuba por Leonard Wood y los Rough Riders. En 1897, Clara Barton, presidenta de la Cruz Roja Americana, dirigió la distribución de ayuda humanitaria a los depauperados cubanos de la Isla. Por cierto, el cónsul español en Cienfuegos caracterizó a esa dama durante una visita a la Perla del Sur como "una viejita que no tiene la menor idea de lo que está pasando aquí, y que tampoco quiere enterarse". ¿Cuántas Claras Barton no hemos visto regresar a Cuba durante el Período Especial?
La división entre adentro y afuera, en detrimento de lo de "afuera", no sólo es vestigio de nacionalismo enfermizo sino de antiimperialismo barato, y ha servido para mantener el "afuera" como un conveniente partibus infidelibus, país de los infieles, lugar donde enviar a aquellos que consideramos peligrosos en la construcción del "adentro" que más nos conviene. Machado, Prío y Batista, lo mismo que Varela y Martí, fueron a dar con sus huesos a ese terrible "afuera".
La Cruz Roja, el habeas corpus, el japiberdei, el Capitolio, los Pastores por la Paz, Jimmy Carter, José Martí, el ferrocarril y las computadoras, llegaron a Cuba de afuera, para ayudar, liberar, iluminar, modernizar, humanizar y hasta cubanizar a los cubanos. La mal llamada "comunidad cubana del exterior" no sólo es la parte del país que representa hoy a la mayoría silenciosa, sin voz ni voto dentro la Isla, sino el verdadero motor de la economía —y de la combustión— interna.
Habría que definir otra vez qué es la nación y averiguar cómo podemos situarla en la geografía global que se apropió sin esperar por el reconocimiento público. Tendríamos que considerar nuevas divisiones políticas y administrativas para un mapa que desborda la Isla. Y deberíamos comenzar por la revisión de los conceptos de adentro y afuera porque, como tantas otras veces en nuestra historia, esas categorías han caído en una profunda crisis. El Proyecto Varela no sólo se acoge a una Constitución desvirtuada en principio, como han señalado sus críticos. Habla también en nombre de un país que ya no existe. |