www.cubaencuentro.com Jueves, 20 de marzo de 2003

 
  Parte 2/3
 
El país que sí existe
Una réplica a Re-varelización, artículo recientemente publicado en la sección de opinión de este periódico.
por LUIS MANUEL GARCíA, Madrid
 

Lo anterior podría ser una desmesura si no fuera un despropósito.

En primer lugar, la nación cubana no es ni fue la invención intelectual de un par de próceres, por muy alto que fuera su magisterio. Como tampoco es (como él quisiera) obra del señor Fidel Castro. No es necesario recordarle a Néstor Díaz de Villegas la lenta cocción de Cuba como nación, cuyos ingredientes, salvo el casabe, han sido importados en su totalidad, y no sólo de Estados Unidos. Decir que el centro de gravedad cubano estuvo algún día a los pies de Varela o de Martí, en detrimento de millones de compatriotas de la Isla que fueron, en definitiva, los protagonistas de la guerra y las víctimas de la reconcentración, es tan desmedido como asegurar que desde el Moncada es FC el propietario de la gravitación cubana.

Asegurar la preeminencia de la diáspora en "la creación de la nacionalidad", equivale a desmeritar a los cubanos de la Isla. Mencionar "la capacidad creadora del exilio", sin acotar que han podido desarrollarla plenamente en una sociedad libre y democrática, en contraste con nuestros compatriotas, uncidos a 44 años de prohibiciones, es decir sólo media verdad. O lo que es lo mismo, media mentira.

Es cierto que el apoyo del exilio ha sido esencial para la disidencia interna, pero no es menos cierto que la valentía, las virtudes cívicas y la perseverancia de la disidencia, soportando años de represión, cárcel y acoso por parte de un Gobierno impune, merece que todo cubano digno se descubra, antes que reclamar una porción de la heroicidad ajena.

Ignoro si Díaz de Villegas ha tenido acceso a la partida de importación de productos tales como la decencia, el respeto, la compasión y el patriotismo; pero podría asegurarle, sin temor a errar, que ellos son ingredientes de la condición humana desde tiempos muy anteriores a las Trece Colonias. Rotularlos como Made in USA es tan absurdo como hacerle el juego al Gobierno cubano cuando sugiere que las lacras y vicios republicanos también fueron importados del mismo sitio. Ambos razonamientos son idénticos, complementarios.

Y volviendo al terreno de las coincidencias, se trasluce del artículo una alarmante sintonía con las acusaciones que La Habana ha arrojado contra el Proyecto Valera. Ambos niegan representatividad a la iniciativa: Villegas porque no representa al exilio, el Gobierno porque no representa al "pueblo" cuya voz el propio Gobierno usurpa. Ambos lo deslegitiman, uno porque "se acoge a una Constitución desvirtuada en principio", y los otros por atreverse a invocar como ciudadanos una Constitución que es propiedad privada del Gobierno. Ambos, en fin, lo consideran anexionista. Y más allá: cuando Díaz de Villegas asegura que "muchas de nuestras virtudes civiles no hicieron más que retornar, con la emigración del 59, al lugar de donde habían salido", no hace sino contrapuntear el discurso oficial cubano, harto de vociferar que al exilio se llevaron como equipaje nuestros vicios nacionales. Que se vaya la escoria.

Si estuviera en el lugar de Néstor Díaz de Villegas, me sentiría preocupado ante tantas coincidencias.

Es cierto, como se afirma en el artículo, que la realidad de esta Cuba múltiple y dispersa en que habitamos nos impone la noción de una nueva geografía, que los conceptos del "adentro" y el "afuera" han sido alimentados por un antiimperialismo barato y por un nacionalismo enfermizo, pero también, diría yo, por una respuesta equivalente de cierto exilio fundamentalista y/o interesado, que ya no es, por fortuna, mayoritario, guardián de la pureza de la Cuba conservada en el formol de la memoria, y satanizador de todo aquello que proceda del "adentro".

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