Cómplices de la intolerancia

Una zona de tal truco sin magia es el cambio de vista de adentro hacia afuera, de los trágicos problemas que padece Cuba hacia los dramáticos problemas que padece América Latina. Casos de avitaminosis en Perú para justificar que en la Habana Vieja tres niños de un solar de la calle San Ignacio sean limosneros profesionales e intermediarios entre jineteras y canadienses adiposos de Montreal; senadores ladrones en Argentina para cubrir la corrupción de los administradores y empleados de las shopping, obligados a robarle al Estado y a traficar en la bolsa negra; discriminaciones a los indígenas en Guatemala para tapar la que sufren los negros en representación social, empleos, acceso a la educación terciaria, nivel de vida, porque la mayoría de los dos millones de exiliados son blancos o por lo menos cuarterones; escándalos políticos en Ecuador que se usan como biombo para ocultar los privilegios de que goza la nomenclatura del sistema, sobre todo la casta militar…

La autolástima por lo que le toca es casi peor que su hermana, la de la culpa ajena. Rota la relación entre estímulo y trabajo, desgastadas las brumas altruistas, sin poder alguno de participación en las decisiones relevantes del país, víctimas de la hipocresía y el disimulo y el choteo, la mayoría de los cubanos se tiene lástima, sobre todo los jóvenes. Las consecuencias arrasan con cualquier proyecto individual o colectivo. Las poquedades no admiten vistas largas, ni cortas. El poder la alimenta, como a su hermana bruja.

¿Quién va a pensar en cambios sin autoestima fuerte, sin un mínimo de aprecio a la propia imagen aunque el espejo esté velado? ¿No necesitan los débiles de un padre protector, de que un fuerte maestro tome las decisiones por ellos? ¿Acaso uno no se siente mejor cuando algún "genio carismático" piensa y decide? ¿No es más fácil verlo todo en blanco o en negro, según la poderosa visión del vencedor? ¿Qué hacer contra la lástima que nos da Cuba, pobrecita, sino confiar en quien la ha llevado al desastre? ¿Tendremos todos un poco de masoquismo?

La filotiranía de la caterva obnubilada, víctima también del síndrome de la culpa ajena y del virus de la autolástima, participa activamente en la intolerancia. En el caso de Cuba, se alimentaba además —como apunta Lilla— del "compromiso" sartreano, definido el bambolero intelectual francés "como una suerte de Juana de Arco de izquierda". Y usé el pretérito imperfecto porque ahora mismo han pasado —curiosa transmutación— a aconsejar la poesía sobre los sinsontes o la novela ambientada en la colonia, nada que se acerque a la lacerante realidad cotidiana, nada que pueda herir los años finales del gran Burundú Burundá, de Tirano Banderas. De hecho, los que por miedo o vocación han seguido el último consejo de "arte por arte" son dejados tranquilos, editados, se les concede permiso para viajar… Son —la mayoría a conciencia— cómplices de la intolerancia.

Porque como sabemos, todavía no han surgido los "reyes filósofos" con los que soñara Sócrates en La república. Porque "el impulso hacia la dominación", lejos de irse con el segundo milenio, sigue brotando en forma de terrorismo o de globalización trivializante. Porque en Cuba las seducciones del poder —hoy cargadas de miedo a los manoteos postreros del tirano— no sólo son "maquillajes del alma" en el decir de Lilla, sino un signo más de la corrupción moral que desgraciadamente impera en mi país.