www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 2/4
 
Castro y Bolivia contra el Che
La historia oficial y el peso de los hechos. ¿Quién mandó a matar a Ernesto Guevara?
por ELIZABETH BURGOS, París
 

Así es cómo, tras su derrota en el Congo, al verse obligado a abandonar África, no le queda otra alternativa que refugiarse clandestinamente en Praga, desde donde pensaba dirigirse directamente a América del Sur. Castro lo convence de regresar, por supuesto clandestinamente, a La Habana, para que desde allí organice su expedición a América del Sur.

Castro, que no deja al azar ningún detalle, sabía que el prestigio de la revolución cubana, y el suyo, estaban en juego y serían seriamente afectados si Ernesto Che Guevara llegaba a caer prisionero como cualquier hijo de vecino, en un aeropuerto u hotel del continente. Era necesario que el escenario fuera perfecto: y para ello el caudillo cubano cuenta con dotes excepcionales.

El segundo acto de la trama comenzó cuando negociaron Fidel Castro y Mario Monje, secretario general del Partido Comunista boliviano —el cual no compartía la línea cubana de lucha armada, como todos los partidos comunistas del continente, excepto el de Venezuela por un lapso de tiempo. Fidel Castro le solicita ayuda para "un amigo" que iba a ingresar clandestinamente en Argentina, pero para ello debía pernoctar en territorio boliviano y, desde allí, realizar el paso de la frontera.

Evidentemente se trataba de un engaño. Monje ya había rendido servicios similares a La Habana cuando prestó su colaboración al grupo de guerrilleros peruanos que ingresaron al Perú desde Bolivia, como también al grupo comandado por el argentino Ricardo Masetti para formar la guerrilla de Salta (1963-1964).

Para Mario Monje prestar semejantes servicios a La Habana, significaba garantizar que Bolivia se quedara fuera de los planes foquistas-continentales de Fidel Castro. El juego del engaño y del que se dejaba engañar, presagiaba el marco complejo en el que iba a desarrollarse la futura aventura guerrillera y explica en gran medida la actitud ambivalente del Partido Comunista boliviano hacia el proyecto guerrillero.

Los indicios de una muerte anunciada

Cada día existen más evidencias de que los servicios de inteligencia habían sido alertados acerca de la presencia en el continente de Ernesto Guevara. El Che ingresa en La Paz el 3 de noviembre de 1966. Un cifrado del 24 de noviembre, emanado de las fuerzas armadas bolivianas, notifica a las embajadas bolivianas limítrofes el ingreso del argentino en territorio nacional.

El general retirado Federico Arana Serrudo, entonces agregado militar de Bolivia en Bonn, confiesa en sus memorias que el 8 de diciembre de 1966, en el curso de una recepción, un personaje desconocido le reveló que Bolivia iba a ser la plataforma para el lanzamiento de un foco revolucionario en el continente y que un personaje de estatura internacional iba a dirigirlo.

Arana Serrudo informa a su gobierno, es convocado a La Paz y asume el cargo de jefe de Inteligencia del Ejército (G2). En una conferencia de prensa, realizada dos semanas antes de la captura del guerrillero, el general Alfredo Ovando, comandante en jefe del Ejército, revela pormenores del proyecto guerrillero y confirma que tuvieron noticias, desde el 24 de noviembre de 1966, de la presencia de Guevara en el país.

Refuerzan esa declaración las enigmáticas palabras del presidente René Barrientos Ortuño, contestando el saludo de año nuevo del general Alfredo Ovando: "En el horizonte hay nubarrones, porque existen fuerzas que desean retornar a la anarquía, pero las Fuerzas Armadas serán el baluarte que defienda al pueblo".

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