www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
  Parte 4/4
 
Tan cerca y tan lejos
Miami, Madrid y Washington en las excarcelaciones de algunos disidentes: ¿Existe una tercera vía?
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

La inversión china en la Isla —si bien relativamente limitada— es una carcajada a los abanderados en esta ciudad del embargo estadounidense. Los norteamericanos —incluidos, por supuesto, los cubanos del sur de la Florida— adquieren suficientes productos chinos como para que la nación asiática cuente con capital de sobra para invertir en donde le plazca, sin dejar fuera la participación conjunta en proyectos con el gobierno de La Habana. Sólo falta un cambio en la actitud de Europa para dejar a EE UU aislado por completo respecto a la política hacia Cuba.

Para la Casa Blanca, las alternativas son bien sencillas: o se independiza de Miami para formular su estrategia respecto a Castro o continúa atada a un esquema que ha demostrado ser útil únicamente para mantener el statu quo. En cualquiera de los dos casos, quienes se aferran a la "línea dura" en esta ciudad llevan las de perder. O quedan fuera de la toma de decisiones o siguen decidiendo una política sin salida. Una y otra los alejan de una participación decisiva en el futuro de Cuba.

Puede surgir una tercera alternativa en los próximos meses, que merece un análisis independiente. Las figuras cubanoamericanas de mayor poder en Washington, a partir de 2005, no serán los tres conocidos congresistas de Miami —Lincoln y Mario Díaz-Balart e Ileana Ros-Lehtinen—, sino el senador Mel Martínez y el secretario de Comercio, Carlos Gutiérrez.

Ambos son los mejores ejemplos de la importancia de la contribución de los cubanoamericanos a la política de Washington, tanto en el Capitolio como en el Gabinete. Pero con las diferencias de rigor en cada caso —el primero es un político de carrera y el segundo un empresario—, sus historiales no son idénticos a los de los tres legisladores antes mencionados.

Por supuesto que se trata de dos opositores declarados a Castro —y ambos favorecen el embargo—, pero no pueden catalogarse dentro del grupo de funcionarios públicos cubanoamericanos que gritan su anticastrismo en las cuatro esquinas, venga o no venga al caso. En el caso de Martínez, hay que recordar que no contó con el apoyo de los Díaz-Balart durante su campaña. Lo anterior no apunta a un cambio en la influencia cubana. Simplemente señala el predominio de una mentalidad más amplia.

Una nueva etapa

Si la liberación parcial de los presos políticos no es tanto el fin de una etapa represiva, como el comienzo de otra, se confirma el fracaso —o el triunfo, para quienes favorecen las teorías conspirativas— de la agenda multimillonaria de Washington respecto a la disidencia interna. La prensa independiente no ha desaparecido, aunque ha perdido gran parte de su fuerza. La oposición sobrevive, pero sin que se vislumbre una mayor participación de la población. Las divisiones no han logrado ser superadas, todo lo contrario.

Más que el papel de uno o varios movimientos aglutinadores, se intensificarán los intentos de figuras prominentes por hacer avanzar sus agendas. Una actitud que, de producirse, puede intensificar las divisiones —ya de por sí bastantes pronunciadas— entre quienes buscan un mejor futuro para la Isla. También es posible el auge de la oposición más moderada. Un hecho que hay que resaltar —en medio de este panorama sombrío— es que se han mantenido las denuncias de las violaciones de los derechos humanos y la información sobre los detenidos.

En una situación de este tipo, España está destinada a desempeñar un papel muy importante. Además de los conocidos factores en su contra, el movimiento disidente está obligado a avanzar tomando en cuenta la necesidad del apoyo internacional y la independencia que posibilita no estrechar demasiado sus vínculos con país alguno.

En este sentido, puede afirmarse que hasta hace pocos años EE UU había hecho mucho por estrechar la dependencia y Europa muy poco por mostrar la solidaridad. La situación actual es diferente. Es de esperar que la participación de Madrid no se limite a contribuir a la salida de la cárcel de más disidentes y luego pasar a una actitud más pasiva.

Sin embargo, no una vez más hay que repetir que la labor fundamental está en manos de los cubanos, los de adentro y los de afuera. El futuro de Cuba no depende sólo de cambios en la Isla. También el exilio debe cambiar. Washington y La Habana continúan aferrados a viejas banderas. Es una lástima que Miami esté tan cerca de Estados Unidos y tan lejos de Europa.

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