www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de febrero de 2003

 
  Parte 1/2
 
La larga marcha atrás del ferrocarril cubano
por MICHEL SUáREZ, Valencia
 

Cuando en 1930 el polémico escritor Federico García Lorca cruzó la Isla de un lado a otro, para visitar Santiago de Cuba, alzó la proverbial pluma e inmortalizó para la historia su poema Son.
Museo
Un 'tesoro' en punto muerto.
Generosas metáforas dejaron fe de aquel encuentro: "Arpa de troncos vivos, caimán, flor de tabaco...". Pero en los apuntes del poeta granadino también quedó la huella de una crítica fina y excelsa: "En un coche de agua negra, Iré a Santiago...". Ese verso, hoy tantas veces cantado por el Orfeón Santiago (con el magistral arreglo coral de Roberto Valera), o por la española Ana Belén en su CD Lorquiana, era la poética referencia del bardo al medio de transporte con el que se trasladó a la oriental ciudad cubana: el ferrocarril.

Desde entonces poco han cambiado los caminos de hierro en Cuba, a no ser para retroceder angustiosamente, en equivalencia con ese contrarrefrán que expresa: "Los primeros (cuando llegue el socialismo) serán los últimos". Y así fue. Cuba, admirada en la historia por su papel en el fomento del ferrocarril como primera nación iberoamericana y séptima del mundo —incluso antes que su metrópoli, España—, se lamenta hoy de tener una de las infraestructuras más anticuadas y peligrosas del sector.

Las celebraciones por el aniversario 165, en noviembre del pasado año, pasaron incoherentemente de lo sublime a lo lamentable. Primero, el ministro de Cultura, Abel Prieto, calificaba las locomotoras de vapor y el equipamiento ferroviario de "raro tesoro" para Cuba, sin conseguir relegar ese cruel sentimentalismo, amparado en la denominada "retórica del consuelo". Al igual que a su jefe inmediato superior, al señor Prieto le interesan más los valores museables que la manera en que se transportan y comen sus compatriotas en el día a día de la Isla. Extraños casos de marxistas que piensan más en la superestructura que en la base económica.

Luego, el pragmático del régimen, Eusebio Leal, combinaba su visión cultural con aspectos más terrenales: "Es una institución indispensable para la cultura y la historia de modernización y desarrollo de la Isla"; aunque el que mejor pisó tierra firme fue el director de Ferrocarriles de Cuba, al admitir que las inversiones se hacían "a la medida de nuestro alcance y no reciben todo el dinero que el sector requiere", según reseñaba la agencia AP.

Hasta ahí el segmento más onírico de las fiestas por el aniversario 165 de los caminos de hierro en Cuba. Casi 20 días después llegaba la hora trágica del asunto. Un accidente del tren Habana-Santiago, a la altura de Coliseo, en Matanzas, dejaba el saldo de 15 muertos y salpicaba de dolor la fiesta. Declaraciones de algunos trabajadores a la prensa independiente señalaron que "preferían abandonar el sector antes que verse envueltos en un gran choque", debido a las precarias condiciones imperantes.

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