www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de febrero de 2003

 
  Parte 1/2
 
Tanto nadar
Tras 44 años de propaganda igualitaria, el Gobierno admite la persistencia del racismo en Cuba.
por ADOLFO FERNáNDEZ SAíNZ, La Habana
 

En la clausura de un reciente encuentro de pedagogos, Fidel Castro abordó un tema (el discurso fue reproducido el pasado 8 de febrero en el oficialista Granma)
Malecón habanero
Malecón habanero (Juan Manuel Díaz).
nunca mencionado en los medios oficiales: la persistencia de la discriminación racial en Cuba. Tras describir los antecedentes históricos del racismo en el país, el orador llegó a una conclusión que ha dejado perplejo a más de uno: según la experiencia cubana, las condiciones de pobreza y marginalidad "tienden a reproducirse".

Quién iba a pensar que 44 años después de haberse cogido para sí el asunto de la discriminación racial, el Gobierno revolucionario confesaría que el problema "se ha reproducido".

La conclusión —no improvisada, sino bien sopesada— del señor Castro tiene mucho de desalentador. Igual que, según él, se reprodujeron las malas condiciones de vida de los negros en Cuba, todo parece indicar que se seguirán reproduciendo. Parece que nada podrá impedirlo.

En otras palabras: si la población negra vive hoy peor que el resto porque sus padres y abuelos vivieron peor, entonces sus hijos y nietos también vivirán peor porque la pobreza y la marginalidad "se seguirán reproduciendo", como —y siempre según el gobernante— en estas cuatro décadas. No parecen las palabras de un revolucionario.

No resultaría extraño que los mandatarios de Estados Unidos, Brasil, Perú o Colombia —países con población negra minoritaria— dijeran que ciertas condiciones de vida "se reproducen", porque en ninguno de esos países se produjo una revolución de cuatro golpes de pecho. En todos ellos siguió habiendo "propiedad privada sobre los medios de producción", "explotación del hombre por el hombre", "clases antagónicas", "alienación consumista", "falsa moral pequeño burguesa" y alternancia de partidos rivales en el poder.

Pero si tras 44 años de poder total el régimen cubano no logró mejorar sustancialmente las condiciones de vida de la población negra fue porque, o bien no le interesó verdaderamente el problema, o fracasó en toda la línea.

Como todo el mundo debía saber, la revolución de 1959 no encontró a su triunfo un país dividido en razas. Había, sí, elementos de discriminación racial —que no por dispersos dejaban de ser vergonzosos—, pero a ningún revolucionario se le hubiera ocurrido subir a la Sierra Maestra sólo para "acabar con el racismo". La discriminación racial era, más bien, un problema pendiente.

La revolución dijo que el racismo había sido eliminado. Efectivamente, se tomaron medidas que apuntaban en esa dirección, y bastante propaganda se hizo con ellas. Los medio oficiales se pasaron más de 40 años sin hablar del problema porque, sencillamente, el problema no existía. Ahora, el mismo Gobierno que transitó primero del capitalismo al patrocinio soviético de la economía y al ultraizquierdismo, y después regresó a lo peor del capitalismo en los últimos diez años, reconoce que el racismo no sólo no dejó de existir, sino que no se sabe cómo eliminarlo.

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